Dime con quien vas y te diré que conmigo no acabas [Lilith]

La cadena de radio anunciaba que eran las 3:00 a.m. Vaya, como si me importase. ¿Mañana tenía que trabajar? ¿Qué día era mañana? ¿Qué puto día era hoy? ¿Joder, qué hora es? Acaso algo de esto importa cuando tu vida entera transcurre prácticamente en el mismo día.

Conducía de camino a la tienda a la tienda pero con la información de la radio quizás sería un poco tarde para dejar el material. Tome un maletín plateado donde llevaba varias agujas eléctricas para tatuar y distintos frascos de colores y los guarde bajo el asiento del copiloto. Me detuve en doble fila un momento para meditar sobre el rumbo de mi vida. Joder, tenía una sed tremenda y me estaba entrando mono de todo, rumbo a un sucio agujero oscuro. Antes de volver a arrancar el coche abrí la guantera y entre un montón de papeles arrugados y tonterías saque una pequeña bolsita con unas pastillas de colores y formas. Tome un dulce “caramelo” que ya no ejercía el mismo efecto sobre mí y guarde el resto en su lugar. Acompañe la pastilla con un cigarro y continué mi camino. Ya había saciado dos de mis tres necesidades. No conduje más de cinco minutos cuando vi el primer bar. Sin preocuparme siquiera de estacionar bien el coche baje y de adentre en el lugar. Solo necesitaba emborracharme durante unas horas antes de ir a la tienda.

En el interior, un antro oscuro con bastante jaleo. Tipos vestido de cuero, con grandes barbas y melenas. Pichos por aquí y por allá. Música retumbando a todo volumen entre gritos e insultos. Una panda de maricones que van de peligrosos por la vida. La luz tenía un tono rojizo con muy poca intensidad y el lugar estaba lleno de mesas, billares y alguna que otra diana, una zona de ocio infantil.

Pasé entre un montón de gente en mitad de la sala a empujones, no iba a ir de cortés. Llegue a la barra que estaba prácticamente llena de más hombres y mujeres metalizados. Tome un cenicero entre mis manos mientras dejaba la ceniza caer por si sola si sola sin ni siquiera molestarme en llamar al camarero. Esperaría lo que fuese pero no iba a despegar mis labios de aquel sabroso tinte de pulmones.

Comenzaba a notar como mis sentidos se iban agudizando con el tiempo. Al parecer aquella pequeña pastillita estaba desatando sus grandes efectos. La música retumbaba con más fuerza en mi cabeza. Las luces me flasheaban por completo. El tabaco sabía mejor. Joder, comprar esas cosas eran mi mejor inversión. Pero claro, el desfase siempre acarrea unas consecuencias. Si existiese un puto dios allí arriba no permitiría que lo bueno acabase así, putos creyentes. Pero vamos, vaciarme los bolsillos y una o dos visitas al hospital no es motivo suficiente para dejarlas ya que los fallos de memoria se los acarreo a otros motivos. Si me hiciesen olvidar las tomaría a todas horas. Son las únicas que siempre están ahí, y ellas nunca lo harían. Bueno si, tenían otro inconveniente, te daban un hambre y una sed tremendas.

La vida del cigarro se iba consumiendo poco a poco y no podía hacer nada para evitarlo, pero no fue lo suficientemente rápido para apagarse antes de que llegase la primera camarera. La seguí con los ojos al escucharla hablar y al instante la volví a colocar en la nada. Tome el cigarro despacio, con el índice y corazón, pero sin despegarlo de mis labios. Rápidamente comenzó a prenderse por completo. Me tome mi tiempo. Ahogue el cigarro en el cenicero y lo aparte. Mire de nuevo a la chica abriendo un poco la boca dejando todo el humo salir lentamente antes de decir nada. –Tráeme tres o cuatro cervezas, así no te molestare más.- Mi voz sonó algo ronca y desganada. Tampoco quería hacerle perder el tiempo mientras intentaba emborracharme, hoy parecía tener trabajo.

Solo le había dedicado una simple mirada a la chica pero parecía interesante. Parecía distinta al resto que se veía hoy en día de chicas bien, con dinero y lujos. Quizás en efecto fuese una de esas zorras y solo vistiese así para ganarse a su clientela. Esa indiferencia, desinterés e inseguridad me hacían perder muchas oportunidades, pero qué más da.

Levanté una ceja impasible cuando se me quedó mirando y acto seguido pasó de mi como de la mierda, que majo, así iba a hacer un montón de amigos, bufé y me crucé de brazos frente a él, sacando otra cerveza de uno de los arcones refrigeradores, para acto seguido abrirla y darle un buen trago. Podía esperar, pero no pensaba hacerlo eternamente y estaba empezando a cansarme de que me ignorase, tenía otros clientes que atender y perder el tiempo no era una de las cosas que me gustase precisamente.

Me estiré la camiseta de los Guns n' Roses, limpiándome la mano húmeda de la cerveza en el costado. Me faltó un segundo para darme la vuelta e ir a atender a un tío que llevaba como medio minuto gritando para que le pusiese un whisky doble, tío que, al igual que el que tenía delante, estaba empezando a sacarme de mis casillas, uno por una cosa y otro por otra, pero los dos estaban consiguiendo que se me hinchase la vena de la frente y apretase la madíbula. Entonces el tipo de los tatuajes se aventuró a pedir algo, alcé las manos al cielo.- Aleluya chico, pensé que se te había comido la lengua el gato.- Exclamé abriendo el arcón de nuevo y poniéndole una cerveza delante.- No te voy a poner cinco cervezas de golpe, hazme un gesto cuando quieras otra.- Dije simplemente, antes de alejarme hacia el otro extremo de la barra, donde agarré al tío que gritaba por la solapa de la camisa, atizándole una hostia como un campanario.

- Gilipollas, ¿A ti que clase de educación te han dao, subnormal?- Bramé en su cara.- Si quieres algo, espera a que se te pueda atender, imbécil.

Le puse el whisky de mala gana y me apreté el puente de la nariz cerrando los ojos. No sabía si necesitaba otra cerveza o un porro, en cualquier caso, me encendí un pitillo y le di una larga calada, antes de ir a atender a otro cliente que, muy modosito él, me pidió un ron con cola, intentando hablar conmigo sin alzar mucho la voz. Me metí un mechón de pelo rojo como la sangre detrás de la oreja y sujeté el cigarro con los labios mientras le ponía lo que me había pedido.

Ignore su primer comentario. La gente tiene maneras muy extrañas para relacionarse con el resto con sus palabritas. La chavala, destacada por su cabello, (Solo en aquel lugar, ya que las pintas del lugar eran todas iguales) decidió ponerme solo una puta cerveza. A la gente le encanta tomarse molestias innecesarias. Además, ¿Quién coño se cree que es controlando mi consumo de alcohol, mi mad…? Tome la cerveza apretándola con bastante fuerza lanzándole una mirada de bastante mala ostia, más conmigo mismo que con ella, pero yo no sabía transmitir esas cosas. Si me cabreo solo, todos pagarían por ello. La verdad es que nunca fui consciente de que desde hace tiempo tengo problemas de control de la ira o al menos de aprender contra quien o cuando plasmarla. Ni fui consciente ni lo soy. ¿Necesito motivos? –Haz lo que quieras.- Le grite antes de que atendiese al siguiente cliente.

Tome la cerveza y me apoye en la barra mientras me giraba para… no se… admirar el panorama supongo… o… ¿Por qué todo necesita un por qué? A todo esto sentí que me faltaba algo. Si coño, el cigarro. Antes de si quiera probar la cerveza volví a mi posición anterior en la barra y tomé un cigarro del pozo de mierda que llamaban coloquialmente bolsillos. Saqué el mechero pero el intento fue en vano. Ni las chispas de dignaron a prender. Cogí el mechero y lo deje de un golpe que hizo temblar la mesa. Me gire indignado de nuevo al resto del bar repitiendo mis movimientos pero llevándome la cerveza a la boca.

Joder, como daba el cante en aquel lugar. Todos de negro, como una gran mierda de carbón, con cuero hasta en los dientes. No destacaba por mi limpieza, ni por mi elegancia, si no por el simple hecho de que mi camiseta era blanca, con cuatro tíos con instrumentos y Nirvana escrito encima. Por el resto igual, vaqueros hecho tan mierda como mis pulmones y botas de campo con extra de barro. Pero además yo llevaba de propina agujeros en la camiseta y… ¿Joder, ya me he acabado la puta cerveza? Un trago de mierda me ha durado. No hacia ni minuto y medio que me la había puesto, pero yo eso no lo se, en mi vida los numero solo marcan el número de pastillas, el número de cigarro, el número de... tengo sed.

Coloque los codos sobre la barra frotándome la cara. Tome mi cerveza por la boquilla y espere a que me mirase la camarera de nuevo para levantarla y agitarla. Cerveceame. Me coloque de espaldas a bebedor por excelencia con los brazos apoyados y el triste cigarro apagado en mis labios cortados y secos hasta que llego. Gire la cabeza con el cuerpo en el mismo modo, torciéndome el cuello hasta más no poder. –Dime que tienes fuego.- Mi rostros era como de costumbre, indiferente, pero por dentro pedía a gritos, por favor, dame fuego, lo necesito, mato por una llama.