A los pies de un preciado monumento.

Criada en un ambiente católico, Jaris nunca fue realmente creyente, aunque para conseguir más línea en la tarjeta de crédito tuvo que compartir interminables misas dominicales sentada al lado de su devota madre. Y para sobrellevar aquellos minutos, siempre tuvo que fijar la vista en los detalles de la arquitectura de las iglesias, memorizandose los rosetones, las cúpulas, pinturas al óleo y alguno que otro pixelado que le fascinara la vista y evitara reflexionar las homílias.

Todo aquel entrenamiento eclesiástico la tenían disfrutando de su primera tarde en aquel lugar alejado de su casa, sentada en uno de los escalones del atrio principal de la Catedral, bebía café mientras su espesa cabellera rojiza luchaba contra el viento.

De momento no tenía ganas de moverse dentro del campus para averiguar que era lo que realmente había sucedido con sus inscripciones, qué era lo que quería aquel cazatalentos de la revista o porqué los decoradores de su pent habían decidido no terminar lo indicado por sus padres.

Solo necesitaba que aquel indiscreto vestido azul no mostrara más de lo debido y que algún personaje le invitara una galleta, porque moría de hambre.

La tarde de ese día no era singular, estando ya en otoño una fresca brisa brotaba desde una dirección hacia otra. Lo distinto, que podía ser perceptible, es que no habían tantas personas como de costumbre merodeando por las calles. Una de ellas, que a pesar del frío se mantenían activas, era un chico de cabellos castaños que poco le importaba el clima algo refrescante.

Lo que no era novedad, se había colocado ropa de acuerdo justamente para neutralizar cualquier factor que lo hicieran sentir en disgusto. Una campera lo suficientemente gruesa, para no quitarle movimiento y brindarle un mínimo de calefacción, la justa y necesaria que requería, parecía serle suficiente. La misma era negra, y contaba con una capucha que caía por su espalda.

Caminaba desde hacía minutos, sin apuro alguno. Disfrutaba de otra de sus libres tardes, donde la Facultad le dejaba pequeños lapsos de respiro. Solía aprovecharlos, y ésa no era la excepción; deteniéndose de repente frente a lo que parecía ser una catedral, se dispuso a acercarse con lentitud, mayor aún a la previa, antes de entre frenarse por aquel singular edificio eclesiástico.

—Disculpa, ¿no sientes algo de frío? —le resultó curioso ver a una muchacha, de una juventud notoria, estar tan desabrigada estando en pleno otoño. Por lo que sin dudarlo, le ofrecería ayuda—. Por cierto, mi nombre es Lukas, Lukas Stateway —sonrió, a la espera.

- Y mi nombre es "Me dijeron de niña que no hablar con extraños" —contestó seseando las palabras.

Dispuso poner el café sobre la escalinata de piedra donde ella se sentaba antes de alzar la mirada hacia el recién llegado. Se sonrió casi a sí misma al haberse dado cuenta lo distraída que estaba en sus propias pensamientos y decidió hacerle caso a la observación del muchacho.

Aquel vestido azul, si era inadecuado para semejante clima, pero tenía tantas cosas en la cabeza que había dejado la chaqueta en el taxi y ahora no tenía más abrigo que el líquido negro que bajaba por su garganta y que seguramente pronto perdería el efecto deseado.

Si, tenía frío y tal vez por eso se había comportado tan presumida con la inocente pregunta de aquel castaño.

- Pero mi apellido es Stevens —bromeó mirándole—, es mucho más corto, ¿ves?

—Sí lo es, señorita Stevens —murmuró, sin dejar en evidencia una sutil sonrisa—, y dígame, ¿aceptaría el abrigo de un extraño? —de nuevo, había utilizado un mismo acento y nivel de voz.

Con sus gestos, dejó en claro a qué se refería con lo que acababa de decir. Desajustó el cierre de la campera, dispuesto a dejársela sobre los hombros a aquella joven mujer, que parecía ser un tanto orgullosa; pero al fin y al cabo, era una mujer, y Lukas sentía a veces, algo de debilidad por ellas, no podía ni negarlo ni ocultarlo.

—Supongo que no esperas sola por este lugar, no es tampoco —hizo una breve pausa, mirando en ambas direcciones de aquella acera— seguro, más aún siendo tan joven.

Al terminar, su estómago rugió, y un leve rubor se hizo evidente en los pómulos del muchacho de ojos grises. Hacía más de tres horas que abandonó la facultad y aún nada había comido, era obvio que ya era momento de comer algo, sentía deseos por hacerlo.

Observó perdiendo un poco la sonrisa mientras él se liberaba de su chaqueta, se puso de pie y caminó, bajando dos escalones hacia Luka, clavándole sus parda mirada, estudiándolo.

- No hace tanto frío —murmuró quedándose justo detrás de él—, puedes conservar la chaqueta.

Bajó tres escalones más y giró sobre aquellos zapatos de tacón negro para mirar el café que había quedado atrás. Alzó el rostro hacia Luka y estiró la mano derecha, pidiendole por favor, con una sonrisa, que le devolviera la cafeína líquida que estaba olvidando.

- Me dijeron que no hablara con extraños, pero ....nunca mencionaron nada de caminar al lado de ellos —comunicó.

Sorprendiéndose un tanto por la respuesta de la joven apellidada Stevens, pudo ver tras aquellos grisáceos ojos cómo ella se reincorporaba, dejando atrás los empedrados escalones de la enorme escalinata, esa antigua construcción que permitía llegar a la iglesia, cuya entrada estaba arriba de un par de metros, surcando obviamente cada escalón.

—Está bien, no puedo obligarte a que aceptes —murmuró, deteniéndose una vez más, viéndola cómo se había colocado detrás de él, admitiendo un poco de juego, prosiguió— algo de un desconocido; pero sí el café que te pertenece.

Estiró su enorme brazo para alcanzar el vaso plástico descartable de color blanco, dentro del mismo aún se hallaba una sustancia de tonalidad marrón. Según pudo sentir la palma de su mano, el café aún estaba algo tibio, pero sería igual de reconfortante para la chica, al menos eso suponía él. Quien sonriendo, se lo arrimó.

—Aquí tienes. Y es verdad, a mi tampoco me lo prohibieron —recordando lo que había pasado segundos previos, optó por sincerarse, mientras avanzaba un par de pasos a su lado— ¿A caso no tienes algo de hambre? Yo me muero.

Sonrió mientras llegaba al último escalón y volvía a sentarse.

- Esta catedral tiene unos lienzos que se pintaron hace más de dos siglos —comentó en un tono lo suficientemente alto para que Lukas le escuchara—, así que si vamos a dejar de ser extraños; tendrás que arreglártelas para conseguir un digno almuerzo en este preciso lugar.

Sonaba como a un reto, aunque quizá era porque todo lo tomaba de esa manera, como una competencia más que tenía que ganar. Eso sí, llegar a la meta no implicaba reconocer que se había agitado en la carrera.

Sintió los pasos del muchacho cerca de ella y alzó la mano para recibir el café.

- ¿Estudiante? —preguntó.

—Sí, estudiante. Acepto lo que dices, así que si me dieras un par de minutos, buscaré la manera de buscar algo para comer. Algo que valga la pena.

Al terminar hablar, sintió que aquella muchacha, cuyo nombre aún Lukas desconocía, asentía. Al fin parecía asentir en algo, lo curioso era que resultaba un total enigma, hasta el momento, Stateway la veía como una niña algo caprichosa, aunque sabía mostrar determinados encantos, de eso no había duda.

En cuestión de minutos, el británico fue a un local de comidas algo cerca. Probablemente, al mismo en que la apellidada Stevens había adquirido aquel café; puesto que el chico compró dos idénticos, más medialunas de variados sabores, amando él las agridulces. Llevó tanto el par de bebidas humeantes como el resto de los bocados.

La "desconocida" no se había movido de aquel lugar; dijera lo que dijera, el castaño podía verla tiritar del frío, pero por lo visto, ella no lo aceptaría así igual se estuviera congelando de manera real. Algo terca parecía, y orgullosa de sí misma, cualidades que podía llamarle la atención al joven muchacho, que ocupó asiento a su lado.

—Toma un nuevo café, y sírvete lo que gustes de aquí —dijo, mientras bebía un trago de café y probaba una medialuna.

Al parecer, el muchacho había intentado salir airoso del reto de la pequeña pelirroja de Devonshire. Quien se dedicó a beber su café en silencio, llegando casi a la mitad del jarro sin mediar alguna palabra o tomar alguna de las medialunas que se le ofrecieron.

- ¿Vives dentro del campus? —preguntó finalmente y adicionalmente tomó una de las medialunas— ¿O tienes algún departamento?

Sus cejas se entrecerraron mirándole mientras sus labios se conjugaban en una sonrisa envuelta en lápiz labial chocolate. Acaba de ocurrírsele una idea por la cuál, sus padres la enviarían a un convento de por vida.

- ¿Puedo pasar la noche contigo? —se rió apenas se escuchó observando como Lukas se sorprendía de sus palabras— No contigo, sino en tu sitio.

—Vivo en la residencia universitaria, me es más económico que alquilar algún apartamento. Ya sabes, cuanto menos dinero gaste en ese sentido, me irá sirviendo para darme otro tipo de gustos —sonrió a medias, mientras volvía a tomar un nuevo bocado, y se alimentaba gustosamente.

Al parecer, la joven Stevens era una compañía más que interesante. Y más que nada, había algo que llamaba la atención de Lukas, era incapaz de deducir las siguientes palabras que ella estuviera por decir, lo que la convertían en alguien imprevisible. Pocas eran las personas que tenían aquella habilidad, al menos, pocas habían sido las que él había conocido.

Y en el momento en que el castaño bebía un nuevo sorbo, al escuchar a la joven muchacha, casi termina por ahogarse. Soltó el café, dejándolo posando en el escalón superior de aquella empedrada escalera, y tosió cuanto pudo. Vaya sorpresas, si hasta el momento lo había sorprendido, aquellas primeras palabras no se las hubiera imaginado.

Pareció volver a la normalidad al ella aclararle las cosas.

—Ah... pues, yo supongo que sí puedes. Hay varias habitaciones aún sin ocupar, así que no habría problemas en ese sentido, al menos, eso creo —optó por dejar un rato el café, y sólo comer más bocados.

Si había algo que le fascinaba a Jaris hacer, era jugar con sus pequeñas víctimas justo antes de las estocadas finales; y Lukas encajaba en la pequeña jaula con cada uno d sus gestos. Logró que ella dejara su bebida a un lado y se puso de pie, quedando frente a él.

Notó la diferencia de estatura y la anchura de sus hombros, un hombre totalmente hombre se paraba frente a ella, lástima que ella no tuviera ganas de ser mantequilla y derretirse sobre él. Pero podía intentar convertirse en mermelada.

- Pero no voy a la uni, Lukas —comenzó ladina mientras sus manos se posaban en los hombros masculinos—, no me dejarán tomar una habitación —susurró.

No le abrazó, pero su fría mejilla la apoyo sobre el pecho del castaño y bajó sus manos hacia las manos de él para guiarlas a su cintura mientras dejaba que su pausada respiración fuera la música para esa velada.

- En cambio tú, podrías decir que bailaste mucho con una pequeña pelirroja y anotarías gran reputación entre tus compañeros, mientras yo consigo compañía y una buena almohada para dormir en tu sofá —sugirió alzando el rostro para verle a los ojos—, ni sentirás que estuve ahí.

Pareciera que ambos habían olvidado el café, y ya el hambre no era un factor más que secundario, habiendo quedado muy atrás en el tiempo, o eso podía deducirse al verlos. Lo raro, fue ver la altura considerable que poseía el muchacho, quedando cara a cara con aquella pelirroja de movimientos indescifrables.

—Ah... si no vas, no sé si podrás apuntarte. A menos que vayas de "contrabando" a hospedarte, lo que sería curioso —susurró, sintiendo las pequeñas manos en sus hombros.

Segundos después, si aquello parecía raro, pudo notar como parte de su rostro se apoyaba en su pecho. De seguro él había faltado a alguna clase de "¿Cómo comprender a una chica?" porque estaba más confundido que antes. Sobre todo, porque no podía comprender lo que Stevens decía, no le entendía el real sentido a sus palabras.

—A decir verdad, no te entiendo. Pocos puntos podría ganar entre mis "compañeros", porque soy relativamente nuevo en esta ciudad, y casi no tengo conocidos; ni siquiera para saludar —meditó un momento, mirándole a los ojos—. ¿Y acaso necesitas hospedaje, por eso me preguntas eso? Imagino además, que eres modelo.

¿Por qué tenía que ser precisamente él la segunda persona en el día que la relacionara con la pasarela? Aún sentía las esquinas de la tarjetita del agente ese que la había contactado en la estación para ofrecerle una entrevista en una agencia. Sin darse cuenta, ese camino de tacones altos y ropa de diseñador se estaba volviendo una salida bastante fácil al temita de la universidad.

Pero el hecho que Lukas también pensara eso, la desalentó lo suficiente para separarse de él y retomar su romance con la cafeína.

- No debería hablar con extraños, y me arriesgo a ser el próximo titular del periódico en un crimen callejero, pero... —argumentó mirando directamente hacia el frente, esquivando los castaños cabellos del chico y todo lo que aquello involucraba—...si sobrevivo a esta noche en tu habitación del campus...

Sorbió lo último del café y alzó el rostro con una iluminación que sólo se veía en ella cuando cumplía uno de sus caprichos.

- ...te mudas mañana conmigo al lugar dónde me hospedaré yo. Convenientemente con dos habitaciones y espacio suficiente para dos personas, ¿Qué dices? —inquirió poniéendose de pie y estirando la mano derecha hacia él— ¿Es un trato?

Al parecer no era una broma de la pelirroja, estaba decidida a ir una noche a la residencia de la facultad, un hecho extraño pero no imposible, al menos, ese mito acababa de caer para el castaño. Sería un buen reto el hecho de cómo hacer para inmiscuirse al interior del campus con la pelirroja, que no era estudiante, aunque su juventud podría ser una ayuda.

—Supongo que lo es —dijo un tanto consternado—. Pero hay cosas que ahora a mí no me cierran. No sé tu nombre, me consideras un peligroso extraño que puede hacer cosas malas, al menos eso me has dado a entender, y, aún así, quieres descansar hoy en la residencia, y probablemente mañana dormir en donde tu vives. ¿Falta algo o me he salteado algún paso?

Exteriorizó su confusión al decir todo aquello, que salió rápidamente de sus carnosos labios como atropellando una palabra a la otra, todo dicho junto. En parte, no se las tomaría con la chica si es que ésta no comprendía lo anteriormente dicho, él había hablado algo entreverado. Pero aún así, estrechó su mano.

—Trato hecho —siseó.

- Creo que serás la primera plana de mañana —dijo son una amplia sonrisa mientras le estrechaba la mano.

Al sentir el contacto de su piel, retomó el frío que sentía; él estaba tan cálido que la había logrado encender hasta las mejillas y quiso no soltar su mano, pero, tenía que hacerlo sino quería parecer una chiquilla tonta. Y le iba a pagar su trabalenguas con uno propio.

- Èrase una vez una niña que se olvidó de las inscripciones, pero ya había logrado que papi le comprara un depa, asi que igual tuvo que venir al pueblito donde el diseñador dice que lo tendra todo listo para el dia siguiente, lo que la convierte en una tierna princesita sin palacio —respiró—, que necesita la tierna posada del niño extraño que es el unico que le ha ofrecido un poco de ayuda.

Le hizo un ligero pucherito para así también darle espacio para respirar, y se dispuso a recoger todas las sobras de aquella comida improvisada al pie de la catedral y meterlas en una bolsa. Quizá un poco de movimiento activara tu termometro corporal.

- Ahora, cuando conozcas el cielo de Jaris —dijo extendiendo ambas manos en clara señal de sorpresa—, si así me llamo, te encantará aver aceptado esta riesgosa oferta.

—Ah... ahora recién estoy entendiendo un poco más. Por cierto, bonito nombre tienes, pero... el desconocido, como tal, optará por darte otro —bromeó, mientras veía como Jaris recolectaba todo lo que no habían comido—. Serás Stevens para mí.

Dicho aquello, y sin importarle que a la pelirroja pudiera molestarle, emprendieron el camino. Aún no era del todo tarde, pero un sitio como Londres podía ser poco benevolente a cualquier hora, debido a la actividad que profetizaba aquella ciudad magnate a nivel mundial, siendo una de las más prestigiosas y únicas.

—Igual debo aclararte algo, para al menos comenzar siendo claros. No necesito, poco me importa, y para nada me seduce... hablo del dinero —aclaró, mirándola con sus grisáceos ojos que por primera vez parecieron emitir frío—. Sólo te lo digo por las dudas, para que no veas a alguien de manera distinta a lo que realmente es.

- Eres hielo que quema, Lukas —profirió cruzándose de brazos y caminando a la par de él sin dirigirle la mirada.

No estaba entre sus intenciones ofrecerle dinero ni mucho menos, acababa de convertir uno de sus inocentes juego en una sucia treta de ambiciones y aquello definitivamente no le había gustado. Se controló a sí misma deshaciendo un minuto su enredo de brazos para trenzar su rojizo cabello hacia un lado.

Las parades laterales de la catedral aún no quedaban atrás, pero aunque todo estaba listo para la primera parte del trato. A Jaris se le estaban esfumando las ganas de compartir más cosas con aquel muchacho que había insinuado cosas que no había dicho.

Y si a eso había que sumarle que el viento se estaba enfriando en cada segundo que pasaba, aquello se estaba volviendo e contra de su buen humor.

<< Vaya, mujeres... ¿quién las entiende? >> Pensaba el castaño, mientras por malinterpretar algo que segundos antes había dicho la pelirroja, ahora debería aguantarse seguramente unos cuantos minutos de indiferencia, por parte de la bonita mujer que caminaba a pasos cortos a su lado.

—Cualquiera puede malinterpretar cosas, más aún, cuando hablas con personas desconocidas, como vives diciéndomelo tú —se defendió, mientras sin aguantarse más, quitó su chaqueta y, rezagándose un paso, se la colocó por sobre los hombros—. Te guste o no, no me siento bien si te veo con frío.

Se desperezó un poco, ahora tenía un buzo a rayas, blanco y verde, horizontalmente, que aún así, le daba calor. Rarezas era lo que podía decir que tenía el cuerpo de Stateway en ese momento, que acababa de percatarse de algo. Una loca idea apareció en su mente, aún tenía algo de dinero guardado en sus bolsillos.

—¿Te gustaría ir al cine? Digo... faltan un par de horas para que "cierren" la entrada al Campus, y podríamos ver alguna película divertida —murmuró, al detenerse.

Quiso agradecerle el gesto de la casaca, pero con el orgullo derrotado, se limitó a colocársela bien y esperar que el abrigo hiciera efecto sobre la delgada tela azul.

- Sólo si es una película muy romántica que odies ver —aceptó refunfuñando un poco— y no te preocupes. Hace mucho que me pago los ticketes del cine yo sola.

Cuando a una niña pequeña que quiere la corona de reyna le dan la de princesa, jamás lo disculpa. Y eso era exactamente lo que había sucedido con la graciosilla pelirroja que caminaba del lado de ese chico.

- ¿Tienes horarios de entrada al campus? —preguntó.

Sin decirle más se aferró de uno de sus brazos, apoyándose en él unos momentos para ver si su piel la calentaba un poco más. ¡Menudo otoño!

—No me gustan las películas románticas, así que veamos una —respondió Lukas, para pelear a la pelirroja de manera amistosa.

Parecía siempre negarse a todo lo que él hacía, o buscar siempre una manera para quedar en desacuerdo. Si así era, él no tendría inconvenientes en seguirle ese juego. Es más, hasta entonces, le parecía altamente disfrutable el tiempo que había compartido con Jaris, le agradaba su compañía aunque dudaba en decírselo.

—Se siente muy bien —bramó sincerándose, mientras sintió como la pequeña pelirroja se había colgado de uno de sus brazos, al parecer, continuaba con algo de frío.

Para fortuna de ambos, el cine ya estaba muy cerca, no hicieron más que adentrarse en el calefaccionado lugar, y comprar un par de tickets. Adelantándose una vez más, Lukas adquirió ambos, para luego darle uno a la muchacha que parecía molesta por ello, aunque él ya iba acostumbrándose.

—El campus cierra a las diez, luego de eso, no dejan entrar. Mejor dicho, la custodia se hace más severa —explicó, sin olvidar de sonreír, sintiendo aún el contacto a su lado de esa joven y atractiva mujer.

Estaba por contestarle con una frase perfecta para aquella compra de tickets sin consultarle, cuando comenzó a vibrarle algo dentro del escote del vestido. Tomó el blackberry, reconociendo el número del conserje del edificio y atendió dedicándole un gesto a Lukas para que la esperara.

- ¡Oh, perfecto! ¡Pensé que tendría que recurrir a un motel! —dijo he inmediatamente colgó.

Caminó un par de pasos hacia Lukas y le mostró la pantallita del celular.

- Voy a cumplir con lo dicho, pero al parece, tendremos que evitar la parte de dormir en el campus, ¡Mi depa está listo a usarse y mi equipaje ya está dentro! —comentó sonriéndole.

El muchacho se veía confundido y a pesar que apenas llevaban una hora conociéndose, Jaris no tenía dudas del trato que había hecho. Sus relaciones personales no eran las más sanas, pero el castaño parecía haberse hecho para sentarse frente a ella en la terraza de Jaris's Heaven.

Le tomó de la mano y bajó el rostro en dirección a la fila del cine.

- Podrás traer tu propio equipaje mañana, si te parece —sugirió casi susurrando—, de momento, veamos esa película; ¿Cómo dijiste que se llamaba la película?