Trastorno bipolar [Efrain]

por **Evoleth V. Lafayette** Lun Jul 18, 2011 6:18 pm

Una pequeña figura entró dentro de un invernadero, uno llamado Alpine House; que a saber qué tenía dentro. Los andares bamboleantes de la rubia destacaban entre las multitudes, y más aún destacaban si estaba sola. Aunque técnicamente no podrían destacar, dado que no había nada con qué compararlos. Lo que sí destacaba entre las plantas era su melena trigueña, ligeramente despeinada y descuidada, como casi siempre. También iba vestida como casi siempre; unas botas militares de color negro, en cuero, unas medias en las cuales se veía perfectamente que estaban enganchadas con un liguero de color morado, en raso, a juego con su sudadera –también morada- que llevaba en letras amarillas el escudo y el nombre de La Sorbona. Quizá, lo que menos combinaban eran sus pantalones cortos vaqueros totalmente raídos por el paso del tiempo; de ahí lo de las medias.
No, ella nunca había estudiado en la Sorbona, la verdad, sus hermanos mayores sí; tenía una gran familia de gente inteligente, y allí estaba ella, haciendo que cuatro niñatas dieran vueltas al compás de una música que probablemente ni supiesen quién la había compuesto. Suspiró, no es que no le gustase bailar, la verdad era que le encantaba, es que simplemente sentía que estaba haciendo algo mal, que su familia no se sentía orgullosa. Y a pesar de sentirse realizada cada vez que una chica hacía un arabesque, Evoleth no podía dejar de pensar en que algo no iba bien. Quizá fuera por la escasez de alumnos… A saber.

La pequeña francesita siguió andando entre las plantas, curioseando mayormente. No es que no le interesase la botánica, que no le interesaba en absoluto, simplemente no le apetecía tener que estar parándose cada dos minutos. Además, seguramente habría cosas científicas en los cartelitos, y a ella, le sacabas de la fotosíntesis, y mal iba –y a veces tampoco entendía cosas del ciclo de Calvin…-.
Se quedó parada ante unas florecillas parecidas a las prímulas, de color blanco y no mayores que un palmo. De hecho, estaban incrustadas entre una roca, y no estaba muy segura de si eran parte del decorado, parte de lo que se exhibía, o si habían llegado allí por casualidad.
Comenzó a morderse al labio pensativa, mientras ladeaba la cabeza, se supone que hoy iba a ser un día de esos sin pensar, pero la chica tiene un cerebro inquieto se podría decir… Parecía que estaban bien ancladas, pero no tanto como para ser artificiales, quizá serían parte de la exposición… Miró hacia ambos lados, sin soltarse el labio rojo de entre sus dientes, y cuidadosamente alargó la mano para tocar una de las florecillas; la escena, vista desde fuera era bastante cómica, cualquiera diría que era una niña de cinco años bastante crecidita.