Buen libro para día aburrido. { Neil }

Al ser autónoma podía tomarse los días libres que quisiera. Y el Sábado era uno de ellos. Aquel Sábado era especialmente aburrido. El día era nublado y los rayos de sol apenas dejaban entre verse entre las nubes, algo a lo que comenzaba a acostumbrarse. Este hecho hacía que la gente caminara por las calles abrigadas hasta la nariz y con paraguas en sus manos o bolsos, en su caso, bolso.

La suerte que tubo fue que al llegar a la biblioteca allí tenían una deliciosa calefacción sonriendo aliviada se quitó el gran abrigo y la bufanda, colgándolos en diversas perchas de la entrada, pero el bolso permaneció sobre su hombre grande como era, ya que se fiaba de poca gente.

Una vez en el interior de la biblioteca se deleito por un instante en observar la cantidad de estanterías repletas de libros y los distintos pisos. Sonriendo como siempre hacía se frotó las manos frías y caminó con decisión a lo largo de aquel lugar solo escuchando el ruido de algunas hojas al pasar y sus propios pasos.

Su nariz estaba enrojecida por el frío al igual que sus mejilla. Sus ojos estaban ligeramente humedecidos lo que le daba un toque infantil al aspecto superficial que solía transmitir por culpa de su indumentaria de marca. Respiró hondo y con el ceño fruncido examinaba cada uno de los libros y las contra portadas de estos, leyendo el epílogo concentrada, sumida en su mundo y dejándose llevar por su imaginación, que la trasladaba a otro entorno.

El cielo había perdido su color celeste por culpa de aquellas nubes grises que lloraban sobre las calles. Había salido de casa apresurado porque tenía un largo trabajo que comenzar, los exámenes habían terminado pero los deberes seguían estando allí tan vigentes como siempre, y es que la filosofía era un campo muy amplio y extenso, incierto y lleno de variantes, así que no bastaba con una primera impresión para dar una respuesta solida a este bendito trabajo que me estaba consumiendo la vida poco a poco. Crucé con rapidez las calles, no traía un paraguas conmigo porque la lluvia era un simple rocío, pero poco a poco se fue acentuando y un diluvio -de esos que no cesan y parecen caer sobre uno a propósito- arremetió contra todos los peatones de Oxford.

A pocos metros logré divisar la gran edificación de la librería, era algo que necesitaba con urgencia y si no fuese así pues no estaría ahora mismo, corriendo como un lunático bajo la lluvia cubriendo mi cabeza con la pequeña mochila que traía con un cuaderno anotador y un par de plumas. Me refugié en la entrada por unos instantes, escurrí el agua de mis ropas y revolví mis cabellos hacia atrás, miré al cielo con cara de disgusto cuando dejó de llover justo al haber cruzado el umbral de la puerta. ¿Acaso el clima estaba jodiendo conmigo? Así parecía. Entré al lugar y me estremecí al sentir tanto calor, el choque termino envió un pequeño escalofrío por todo mi cuerpo y no hice más que frotar mis brazos y caminar hacia donde estaba la sección de filosofía. Descartes, Hobbes y Kierkegaard; Aquellos eran los tres genios que necesitaba, todos en un libro diferente pero que tenían algo en común: La cantidad interminable de páginas. Apiló el manojo de páginas encuadernadas uno arriba de otro y caminó hasta la mesa más próxima, donde una joven leía con detenimiento. Me acerqué sin hacer demasiado ruido y dejé la mochila en el suelo junto a mi, tomé el primero de los tres libros y saqué el cuaderno y la pluma para comenzar con las anotaciones, pero al intentar escribir el título en la hoja de papel noté como se había dañado por la lluvia. — Disculpa...¿No tendrías por casualidad un par de hojas para prestarme? — musité por lo bajo, enfocando mi voz hacia ella para no molestar más de lo que ya lo estaba haciendo.

Finalmente uno de esos libros que leía le llamó la atención, así que colocó los que no necesitaba donde los había cogido y caminó hacía una de las pesas, sin hacer ruido. Se sentó en una silla con cuidado y dejó el libro sobre la mesa, dejando después el bolso sobre el suelo despacio. Se enderezó y sonriendo despacio abrió el libro para comenzar a leer, escondiendo sus manos frías en las mangas del corto pero ancho vestido que llevaba. Engatusada en la lectura no sabía lo que ocurrúa a su alrededor, se perdía entre las letras del libro que leía sin más pero entonces una voz la sacó de su ensoñación. No sabía si era para ella, pero por si acaso alzó los ojos y se encontró con nada más y nada menos que Neil, ese joven filosofo tan interesante para ella.

Sin poder evitarlo curvó una pequeña sonrisa al ver que no la había conocido y asintió con un pequeño cabeceo. Dejó el libro y estiro el brazo hasta coger el bolso. Siempre llevaba consigo una pequeña libreta y suponía que hoy la había cogido. Rebuscó con el ceño fruncido hasta dar con ella y sonreír ampliamente. Dejó de nuevo el bolso sobre el suelo y se la tendió sobre la mesa. Miró el libro que tenia frente a él y cruzó las piernas para colocar una de sus frías manos entre estás. Ladeo la cabeza para poder leer mejor el título y sonrió.

-¿Estudiando hasta en fin de semana?- Murmuró siseando casi para no molestar, para que solo él la escuchara, mirándolo a los ojos con plena curiosidad, todo en ese chico era curioso para ella.