Alégrame la noche {Byron}

Tarareaba por lo bajo la canción que sonaba en ese momento mientras servía un vaso de Vodka con maestría y se lo entregaba a la muchacha que se mantenía de pie frente a ella. Al verse sin nada más que hacer se recostó en la barra y observó el panorama, aquella noche no variaba demasiado de las demás, lo único que podía destacarse es que el lugar se encontraba algo más vacío de lo acostumbrado. Estaba agotada. Escudriño el reloj de la pared que la mayoría de la gente pasaba por alto; indicaba la una y media de la madrugada. A veces se preguntaba como era que su menudo físico podía soportar aquel estilo de vida sin desmoronarse en pedazos. Bostezó, llevandose una mano a la boca y pensando todas las cosas que le faltaban por hacer, y que seguramente a esta altura, ya no haría. Trabajar y estudiar podía volverse complicado, y más cuando el empleo era nocturno. Si no hacía algo pronto caería rendida sobre el mostrador.

Tomó el primer vaso que vio que estaba limpio, y sirvió dos medidas de Wiskhy, que tomó casi sin pausa. La sensación de calor en su garganta y extendiéndose por su cuerpo sirvió para reanimarla, aunque no del todo. Sabía que muy pronto la bebida dejaría de cumplir su efecto. Sin más remedio buscó a uno de sus compañeros con un rango mayor al de ella y pidió cinco minutos de descanso, no deseaba otra cosa que poder refrescarse. Al recibir la positiva se dirigió a la parte solamente autorizada para el personal, corrió al baño y humedeció su rostro que de pronto se apareció frente a ella, reflejado en el espejo. Su piel casi albina dejaba a la vista una sombra bajo a sus ojos que todavía no llegaba a alcanzar el morado, sino que tenía un tono más bien gris. Después de eso, no había nada que se saliera de su lugar.

Quitandose los cabellos húmedos adheridos a su rostro retomó sus labores. Acomodó su camiseta con el logotipo del bar que llevaba anudada a la cadera y le dedicó una sonrisa agradecida a su compañero, aquella mínima acción la había ayudado montones. En seguida notó al chico que descansaba sobre la barra, aprovechó a que ninguno de sus compañeros se le había acercado para hacerlo ella y así molestarle un rato, seguramente no disminuiría su cansancio pero le alegraría un poco la noche verle desesperarse. Byron no notó que ella de un modo u otro le acechaba. - ¿Que te sirvo, agua mineral o prefieres jugo de naranja? - no iba a desaprovechar ni un solo segundo.

La respuesta que él le dio le sacó una sonrisa, obviamente ladeada y poco notoria. Sin demorarse más, se puso manos a la obra para preparar su bebida, tomando un vaso y las botellas correspondientes. Mezcló el líquido frente a sus ojos, con precisión, sin apartar la vista de su trabajo hasta que estuvo listo. Se lo entregó momentos más tarde y se recargó sobre la barra frente a él, en parte para ver si era igual de valiente para beber como lo había sido para pedir. Según ella el chico se veía demasiado inocente como para estar acostumbrado a tomar. La forma en que él le sonrió no pasó desapercibida por la castaña, algo extraño, siendo que el chico siempre andaba pegado a la falda de su novia.

- No sabía que frecuentabas lugares como éstos - comentó, The Duke no era el bar con peor reputación de la zona, pero sin duda no estaba tan debajo de los primeros puestos. - Tampoco sabía que tenías permiso para salir solo... - añadió con una sonrisa claramente burlona en los labios, conocía de lejos a la novia de Byron, tan solo conseguía ubicarla por su característica más distintiva: su cabellera roja. Después de eso, a penas conocía su rostro. - ¿Que pasó? - preguntó intentando fingir preocupación, que en ese momento era lo último que sentía. - ¿Ya consiguió otro perrito faldero o te dio la noche libre? - preguntó por fin. Su sonrisa se ensanchó más.

Amelié era una persona reacia a creer en cualquier tipo de amor que se saliera de amistad o familia, jamás le habían interesado las formalidades y mucho menos eso de la fidelidad, por eso muchas veces le resultaba ridículo y hasta estúpido. Con veintitrés años jamás lo había experimentado y aunque tuviera más de la mitad de la vida por delante tampoco creía algún día ser capaz de sentirse así.