Velada inesperada [Jaris] (+18)

Se había divertido y mucho, mirando una película junto a su nueva amiga o compañera, aún no sabía cómo definirla de manera correcta. Ya que, en realidad, se trataba de una chica muy peculiar, que llamaba demasiado la atención de Lukas, porque solía salir con cosas que lo dejaban boquiabierto, por lo cual, le atraía.

Una pareja con inicios disparejos, así podía haberse resumido la película romántica que habían visto. Muchas cosas de ese filme él podía asociar con la relación que tenía con la pelirroja, ya que en parte, hasta el momento, habían comenzado como polos opuestos pero siempre teniendo una buena onda, así al menos lo sentía él.

Lo curioso fue la llamada previa a su cita del cine, lo que significaba que no tendrían que ir al campus a pasar la noche, directamente irían a donde Jaris se alojaría a partir de ese momento en la estudiantil ciudad de Oxford. Sonriendo, una vez que habían llegado a los pies de lo que parecía ser un caserón, Stateway carraspeó antes de hablar.

—Bonita casa Stevens, y divertida fue la película, al menos... —miró parte de la cabellera de su acompañante, quien se había adelantado para ir hacia la recepción— no me gustó en absoluto, y se tornó aburrida al final, de principio a fin —bromeó para hacerla enojar, aunque en realidad, había disfrutado y mucho.

El conserje del edificio la miró desaprobando la compañía, por lo que luego de revolotear un poco el cabello del castaño, se acercó a la recepción a terminar de llenar unas formas.

- Hasta donde puedo leer en el contrato, en este lugar podemos vivir tres personas —aclaró mientras firmaba—; por lo que Lukas Stateway también forma parte del lugar y necesitaré otro juego de llaves y otra tarjeta magnética para él.

El señor resopló pero siguió sus indicaciones mientras ella volvía a donde había dejado a Lukas y tomándole de la mano, se encaminó hacia el elevador.

- La próxima vez, veremos una película infantil, quizá te sientas más identificado con la trama —bromeó empujáandolo al elevador para presionar el número siete, el lugar donde estaba su nuevo hogar.

Cuando llegaron, Jaris pasó la tarjeta magnética y ante sus ojos se apareció el bello recibidor que había mandado decorar a su gusto.

- Bienvenido a mi pequeño paraíso —musitó antes de abrazarlo y besar con suavidad su mejilla—, nuestro pequeño paraíso, si así lo decides.

Fue en el momento en que quedó cara a cara con el conserje que tuvo que disimular, colocando la mejor cara de chico bueno que le fue posible, con la intención de no darle malos entendidos a aquel hombre, puesto que de seguro, mantenía contacto con los padres de Jaris, pudiendo así delatar la idea de la pelirroja.

Dejó tranquilamente que despeinaran sus cabellos, poco le importaba si así pasaría inadvertido, y luego, tras unos trámites de Jaris, el castaño caminó y caminó, justo al lado del ascensor, donde sintió un leve impulso. Sonrió y giró, para quedar cara a cara con ella, se veía bonita, muy bonita, pero aún no sentía la confianza como para decírselo.

—Seguramente, aunque no sería el único, te lo aseguro —murmuró una vez más, fingiendo ser serio mientras por dentro le daban ganas de sonreír, al fin y al cabo, era una nueva forma de divertirse que había aprendido a su lado—. Vaya, vaya, Stevens. Uno durmiendo en el campus, y al otro día, me encuentro en un palacio.

—Obviamente es tuyo, a mi no me pertenece en absoluto —habló, esta vez de manera acelerada, puesto que sabía que nada de allí le era de su propiedad. Sólo estaba allí, y la acompañaría todo el tiempo que ella se lo pidiese, en principio sólo como trato, pero era obvio que no sólo era por eso que estaba allí.

La jaló de la mano hasta tumbarlo en el sofá de la sala de estar mientras ella se dejó ir hacia su habitación. Volvió unos segundos más tarde vistiendo una polera gris que la hacían perder toda figura femenina, pero sin nada más en la parte inferior, el largo de la camiseta le hacía sugerir más de lo que deseaba, pero era su forma de estar cómoda.

- Lamento comunicarte que de momento sólo una de las habitaciones está completamente amueblada, por lo que si quieres ver tele, deberás quedarte aquí —le contestó sentándose a su lado y subiendo ambas piernas en el sofá.

Había que reconocer que Lukas tenía físicamente todo lo que gustaba de un hombre, era la parte del conversar lo que la mantenía siempre al borde de lanzarle alguna bofetada. Aquella travesurilla suya podía salirsele de las manos si no fijaba bien sus límites, porque seguramente los de Lukas estaban a kilometros de distancia de dónde se encontraban sentados ahora.

Volvió a entrelazar sus manos con las de él y cambió la posición, recostandose sobre su pecho, mirando ambos en dirección a la terraza.

- ¿Me contarás algo de ti? —preguntó antes de inhalar el perfume que manaba de la cmiseta de Lukas.

Un nuevo impulso fue lo que recibió Lukas, sentándose ahora sin más remedio en un cómodo sofá. Si bien la habitación aquella que funcionaba como un estar, estaba algo a oscuras, sólo la luz de la televisión era la que actuaba para alumbrar, y le agradaba que así fuera. La muchacha fue y volvió, sorprendiéndolo en parte.

No se lo había dicho, se había mordido la lengua más de una ocasión para no decir cosas que parecían imprudentes, pero le agradaba y mucho el nuevo atuendo que acababa de elegirse. Sin más, si eso era poco, estaba equivocado. La pelirroja se sentó a su lado, elevando sus piernas sobre el cómodo sofá, y fue lentamente recostándose en él.

—No te lo he dicho, pero soy músico. Igual no te emociones Stevens, recién comienzo —con suavidad, pudo disfrutar de las pequeñas manos de su acompañante, quién las había entrelazado segundos previos—. Me defiendo en la guitarra y el bajo, así que si gustas en algún momento, aquí me tienes —sonrió, mientras sentía su cabello a la altura de su pecho.

—Supongo que tú también puedes contarme algo más, ¿no? Aunque podría decirte que te conozco de mucho tiempo... unas tres o cuatro horas —agregó, intentando una vez más ser serio a pesar de que la broma era evidente, pero le fascinaba verla molesta, quedaba demasiado tierna, y muy bonita.

Escuchó con atención lo que decía Lukas sin embargo, sus ojos reposaban en la escena de la televisión, una serie americana juvenil que venía siguiendo hace unos meses.

- Tres y cuatro horas, son todo lo que algunos tienen por vida —murmuró dejando que entre sus labios se formara una sonrisa—.

Volvió a acurrucarse sobre su pecho, recordando lo frío que había estado aquel día justo en el momento en que se conocieron. Sin querer se había topado con alguien que la liberó de la confusión de momento, pero por otro lado, se había topado con alguien que le había hecho olvidar que debía volver a casa de sus padres.

Ahora no quería y el ser modelo no podía ser tan mala idea, salvo la comenzaran a poner a dieta, momento en el cual diría que no, y llamaría a sus abuelos, por supuesto.

- Si miras bien en mi pasado, verás que podría ser la Duquesa de Devonshire, claro, si este título no hubiera desaparecido tanto tiempo atrás —contó con ironía—, pero bueno, no tengamos la nostalgia del pasado entre nosotros. Comenzaré a trabajar pronto en una agencia de modelos.

La luna comenzaraba a titilar fuera, sobre la mesa pixelada de la terraza, pero Jaris estaba cómoda donde estaba, disfrutandod e su nuevo compañero de cuarto.

—Para mi, igualmente eres una Duquesa —murmuró él, mientras sus ojos habían estado estáticos, mirando la televisión como la muchacha que tenía apegado en sí.

Si bien no era del todo entretenido aquel programa, al menos para el británico, igual así prefería mirar. No podía negar la comodidad que sentía allí y, a pesar de no tener sus propias pertenencias, contaba con algo que beneficiaba y mucho, la compañía de aquella muchacha que, en realidad, era muy única.

—Así que Stevens será una modelo, ya eres una modelo —sonrió recordando algo, pero para su mala fortuna no podría hacerlo—. Podría tocar alguna canción, no sé si te agradaría, pero me temo que tendrás que esperar; dejé todos los instrumentos en el campus. ¿Algo más que deba saber de ti? —culminó.

La pelirroja giró sobre si misma quedando como una minina traviesa sobre Lukas, mirándole a los ojos mientras sus brazos se apoyaban en su pecho y sus piernas se veían un poco más descubiertas.

- ¿Cuántos años tienes, rockstar? —preguntó mientras acariciaba su mejilla con el dorso de la mano—.

El cabello de Jaris, trenzado como estaba, caía pesadamente sobre uno de los lados de su rostro. Qué rápido se estaban olvidando de la tele, del frío del hambre, la muchachita de papi tenía ganas de olvidarse de todas las clases de etiqueta social que recibió de niña.

¿A caso Jaris no había gastado todas las formas de sorprenderle? Al parecer no, porque su nuevo movimiento lo alertó, a pesar de que intentó no inmutarse, quedando ahora en una posición similar a la anterior, pero ella sobre él, como agazapada a dar el primer zarpazo, así se encontraba la pelirroja, y Lukas sólo la miraba.

—Diecinueve años, Stevens —susurró, al tiempo que sentía cómo una cálida mano de pequeño tamaño le acariciaba de manera única su mejilla—. ¿Y tú?

Prefirió sólo limitarse a realizar esa pregunta que, a decir verdad, hasta entonces no se le había ocurrido hacer. Algo curioso, pero real, Stateway parecía estar en un punto crítico, cayendo en una debilidad que realizaba ella, Jaris.

- Dieciocho —murmuró casi sobre los labios del muchacho.

Estiró la mano que acariciaba su mejilla para alcanzar el control remoto y apagar la televisión. Con lo que la iluminación quedó reducida a las sombres que brindaba la luz lunar, Jaris era una experta en dejarse llevar por los sentidos y comenzaría a enseñarle lo mismo a aquel chico de ojos penetrantes del cuál ahora sólo veía el brillo.

- Tendríamos que discutir esta noche, rockstar — comenzó dejando caer el control sobre el alfombrado y volviendo a acariciar su rostro, bordeandolo—. No dejaré que duermas en esa desordenada habitación, y este sofá dañará tu espalda, por lo que sólo queda ... —apagó la voz de sus cuerdas con un ligero piquito que terminó antes de que él pudiera reaccionar—...el tema de meterte entre mis sábanas.

Sonrió quizá sabiendo que él lo sabría. Èl era el hielo que usualmente quemaba, pero ahora mismo estaba volviéndose simplemente en miel que aquella diminuta pelirroja comenzaba a querer probar entre sus labios.

La oscuridad reinó durante segundos, luego de que Jaris apagara el televisor, sólo la luz de luna que se filtraba por el ventanal, cuyas cortinas estaban corridas, era lo poco que podía servir de iluminación. La misma, bastaba para verla a medias, pudiendo notar el brillo o resplandor en sus ojos, ojos que eran bellísimos.

—Yo... —anonadado, recibió el contacto de aquellos labios de tonalidad chocolate, pareció ser fugaz el beso, que sólo ella le propició, bastando para dejar impregnado de su sabor único, los labios del Stateway— no, no creo que fuera lo mejor, Stevens.

La miró con los ojos de par en par, abiertos al máximo y más sorprendido que nunca en lo que iba de la tarde-noche que había compartido con ella. No podría aceptar tal cosa, menos aún cuando ahora lo que parecía imprevisible se volvía a evidente, no, no aceptaría aquello, sería demasiado.

—Me quedaría aquí, da igual mi espalda, estoy acostumbrado a dormir hasta en el piso, la comodidad me es indiferente... De verdad —culminó casi suplicante, como pidiéndole por favor, a que no le incitara más eso.

Había sido una tonta. Dejándose llevar por todo lo que la empujaba hacia aquel individuo que la había recogido de las escaleras de una iglesia, y como un gran balde de agua fría, acababa de rechazarla.

- Bueno, pero no tengo píldoras para el dolor —amenazó mientras se ponía de pie para alejar sus pies descalzos de Lukas.

Caminó hacia la cocina, rogando porque el conserje se hubiera apiadado de ella y le hubiera puesto algo en el refrigerador. Pero, con la luz apagada y en un lugar que desconocía, no logró que pasaran dos minutos sin que uno de los dedos de sus pies chocaran contra una silla y ella tuviera que reprimir el grito.

- ¡Maldita sea! —logró mascullar segundos antes de sentarse en el suelo para presionar con fuerza el pie izquierdo.

Aún estaba sorprendido ante la reacción de la pelirroja. Es más, no tenía ningún prejuicio negativo que hacerle, ni siquiera había pensado algún adjetivo poco positivo, para nada, seguía viéndola como una chica única, distinta, diferente a cualquiera que hubiera conocido en sus diecinueve años de vida; lo que la ponían en un lugar superlativo.

—P-pero Janis... —había sido la primera vez que la había llamado por su nombre. Y a mitad de su frase había tartamudeado, por el nerviosismo que tenía en sí.

Como vio que ella se dirigía a la sala contigua se limitó a esperar, puesto que estaba en su casa. Un peso seguía dentro suyo, si le hubiera dicho sí, podría haber arruinado aún más las cosas, era así mejor, no quería dejarla sola, de eso estaba seguro, ni ese día ni ningún otro; pero tampoco podía decírselo, sería otro de sus únicos secretos.

—¿Stevens? —se alertó, reincorporándose rápidamente. Al parecer, la jovencita había chocado con lo que parecía ser una silla, al menos a eso sonó el impacto que ocurrió en la cocina. Fue hacia ella y, agachándose un poco, logró sujetarla entre brazos, su pie había sido la parte dañada.

—Dime dónde queda tu habitación, Stevens, yo te llevo —susurró, aún sujetándola con cuidado, no quería causarle más dolor del causado por aquel golpe. Sus rostros volvían a quedar muy cerca, y los grisáceos ojos parecían perderse en los de Jaris, intentando parpadear para no hacer algo no debido.

Los ojos de Jaris brillaban aún más por las lágrimas que se habían colado por ellos, pero aquello no hizo menos obvio el rechazo por la ayuda que le estaba brindando el joven en aquel momento.

- Se supone que un chico olvida el nombre de la chica luego de acostarse con ella —inquirió mordaz mientras le indicaba el camino hacia su habitación—, no te sabes ese juego ¿verdad?

No entendía del todo bien porque estaba poniendo de aquella manera las cartas sobre esa mesa; ella no era de las que invitaban a un chico a pasar la noche con ella. En realidad y pese a lo que sus padres liberales querían, ella nunca había compartido tanto con un hombre como lo estaba haciendo ahora con Lukas, pero no le había salido tan bien.

Iba a vivir con él, por lo que el aceptar el hecho de sentirse atraída por el castaño no era algo que estuviera en sus planes. Exhaló con fuerza cuando sintió su cuerpo llegar a las sábana sde su cama y se hizo un ligero ovillo sobre sí misma, dándole la espalda a Lukas.

- Gracias —sentenció.

Quería rogarle una vez más que se quedara ahí, con ella, protegiéndola del frío otoñal, pero no lo haría.

- Tengo almohadas extras en el closet, y unas mantas. Para tu sofá.

De nuevo, la confusión había llegado a la mente de Stateway. Primero distante, luego un aparente cariño, y por último, de nuevo distante. Los comportamientos de Jaris parecían sorprenderle, aunque ya había llegado el momento de adaptarse a ellos, al menos, intentar ganarles de ante mano, para no caer sorprendido.

—No es necesario que me agradezcas, era lo mínimo que podía hacer —susurró, obviamente con sinceridad—. Am... ¿qué sofá? —bramó luego, algo desconcertado; el hecho que acababa de vivir lo había hecho olvidarse de algo, cosa que no entendía.

¿A caso creería que iba a dejarla dormir así como así? No, claro que no, ¿si lo necesitaba y por estar demasiado lejos no podía socorrerla? No iba a darse ese lujo, se quedaría allí así durmiera en el suelo. Fue hacia donde ella le había indicado, y antes, le brindó una mirada de soslayo.

—No dormiré lejos de ti, aunque supongo que —realizó una breve pausa, mientras agarraba todo lo requerido— que te molestará que use ésto —señaló lo que tenía entre manos— en el suelo, aquí.

- Eres hielo que quema, rockstar —dijo ella sin girarse a verlo—, y sé que no es la primera vez que te lo digo.
Y era cierto. Tan cierto como que tenía ganas de besarle desde cierto momento durante la película dónde sus ojos se habían cruzado y el sonido parecía haberse esfumado del planeta; pero entonces él tampoco había hecho nada.

Se giró con cuidado para quedar bajo las sábanas, no sin antes retirarse la camiseta y cubrirse con la sábana azul. Se enrrolló bien, cuidando su pie que aún latía un poco por el dolor.

- Ven aquí, prometo que no pateo mientras duermo y que siempre habrán 5 cms entre nosotros, como mínimo —confirió—, es más. Te daré la espalda.

Una sonrisa se ensanchó en su rostro. Esa vez no fue necesario que lo fingiera ni ocultara, Jaris estaba de espalda a donde él se ubicaba y no lo estaba viendo. Por lo cual, optó por hacerle caso en ese momento, tomando un par de mantas que serían suficientes para la ocasión, ya que en parte, no era lo mismo dormir solo.

—Está bien, Stevens —susurró, mientras sólo dejaba como vestimenta su boxer de color negro, esperando no parecerle poco prudente—. ¿Y te molesta que el hielo queme tu espalda con su pecho? —preguntó, cubriéndose con la misma tela azul que la pelirroja.

No sabía cuán vestida estaba ella, y por el momento, sería mejor no indagar en ello, sólo que intentaría dormir, y que estaría sumamente cálido allí. De manera inevitable, los pies de Lukas dieron en la parte baja con los de la muchacha, los propios se encontraban ya sumamente cálidos, como toda la piel del muchacho, mientras ella sentía frío.

—Ofrezco calor, sin quemarte —culminó.

Había prometido darle la espalda y no acercarse, así que eso planeaba hacer; aunque su cuerpo quisiera sentir exactamente lo mismo que sentían sus pies en ese instante.

- No seré yo quien rompa la barrera de no mirar y la de los cinco centimetros, Lukas —susurró antes de cerrar los ojos—, el hielo a mí jamás me incomodó.

Estaba dispuesta a todo y aún así su orgullo herido no la dejaba salirse de la mente dónde imaginaba el rostro de Lukas mientras ella traía a un chico tras otro sin que pudiera reprocharle nada. Sus caminos se habían cruzado y ella se había detenido a mirarle, mientras él solo le cedió el paso; costara lo que le costara, no sería ella quien retrocediera.

- Un día obligarás al vocalista de tu banda a componer una canción sobre este día —comentó soñadora—, y luego del segundo verso, tendrás un solo de bajo que yo podré escuchar para recordarte.

—Mejor entonces, aunque... yo me quedé deseoso de chocolate —susurró, mientras con su mano animó a acariciar el hombro de la pelirroja, quien de seguro se había sorprendido, porque no había podido adivinar ese movimiento— Y otra cosa...

Dejó sin final esa última oración, y logró arrimar su cuerpo poco a poco, contactando ahora su pecho con la suave y pequeña espalda de la pelirroja; como segundos antes estaban sólo los pies de ambos entrelazados, ahora era más la superficie de las cálidas pieles que al fin parecían contactar un poco más.

—No será sólo una canción, serán muchas —susurró, mientras parte de su rostro se perdía en la deliciosa melena rojiza de aquella mujer—, Stevens —culminó.

Sentir su pecho en la desnuda piel de su espalda la estremeció, aunque no tanto como aquellos dedos sobre su hombro. ¿Por qué no había hecho eso en la sala? Ahora ella etaba peleándose con lo que le gritaba la razón y lo que suplicaba su piel.

Rendida giró un poco para quedar boca arriba, con Lukas echado de lado; la tenue luz de luna le permitió cerciorarse de que él le miraba, que no eran bromas y que luego de tanta pelea de gatos, estaban calmados.

- ¿Una por cada rechazo? —preguntó sin poder evitar la ironía mientras su mano se apoyaba en su regazo— ¿Debo prepararme para muchos más?

Al menos, algo había ocurrido en ella como para cambiar de aquella manera su postura; él feliz, feliz por primera vez porque al fin ella no pudo evitar algo, y más sus ojos, brillantes, a pesar de la leve luz de luna, la miraron con suma fascinación. Sabía que podía mirarle, pero igual así, no evitó el contacto de su mirada.

—Nadie habló de rechazos, sino de besos —susurró mirándole aún de lado. Rápidamente ella pareció decir algo más, con la suficiente lentitud como para que Lukas la mirara, sonriera, y se abalanzara como tantas ganas tenía.

Sus carnosos labios finalmente habían sido verdugos de aquellos dulces, de aquel chocolate puro, como en realidad parecían. Es más, tal fue la intensidad en que los labios del castaño la besaban, que parecía aún recordar el sabor del café; sin más, no se detuvo, mientras caricias tiernas parecieron llegar de sus manos a la espalda de la pelirroja.

—¿Y crees que ese valdrá por una única canción? —ella pareció sorprenderse, pero el británico volvió a probar sus labios, besándola con más ganas que antes, sintiendo cada segundo como si fuera interminable, fundiendo ambas bocas, entrelazando ambas lenguas, que disfrutaban de ese acto excitante.

Aquello era más de lo que podía soportar, su razón perdió la pelea de forma total, sus labios se fundieron en los de Lukas sin intenciones de liberarse de ninguna manera. Sus manos se paseaban sobre los hombros de Lukas, acariciándolos por aquellos momentos en que él se apoderaba de su voluntad.

Quiso responderle pero un segundo beso le arrebató las palabras, debía detenerlo pero sus labios le ordenaban moverse lentamente debajo del pesado cuerpo del muchacho, moldearse a las caricias de sus manos. Dejar que el hielo se derritiera sobre ella entretanto su corazón no dejaba de agitarse ante las nuevas sensaciones.

- Un concierto para Jaris —consintió casi en un jadeo.

Culminando aquel interminable segundo beso, ahora era él quien estaba sobre ella, a medias, sintiendo la desnuda piel de aquella pelirroja que tanto le había atraído desde el primer momento, desde que habían cruzado miradas estando ella en la escalinata bajo la catedral añeja; y sólo habían pasado pocas horas.

—Un concierto para Stevens —susurró, desde allí, a un palmo de su boca.

Los ojos grises se clavaron en los labios perfectos de Jaris, no podía quitar su mirada de ellos, como sus manos de su cuerpo. Era única esa sensación interior, estaba gustándole y mucho, sabía que en cualquier momento se lo diría; era obvio que le gustaba, en parte suponía que ella ya se había dado cuenta.

—O una gira completa —murmuró, en apenas un susurro. La abrazó por completo, brindándole un calor extra que antes ella necesitaba, ahora podía deducir que estaba cálida, y a gusto. Él, enloquecía sintiendo su aroma.

Le sonrió como una chiquilla de preparatoria al pensar en el concierto.

- ¿Quieres que sea una más de tus fans, rockstar? —preguntó poniendo sus dedos en el cabello castallo de su acompañante

Se dejó fundir nuevamente en el abrazo, notando como sus pechos se sentían cálidamente acariciados por el fuerte tronco de Lukas, quien le brindaba un raro cosquilleo desde los labios hasta su vientre. Quizá era aquello que todos decían era el deseo.

Alzó unos centímetros el rostro y le besó cortamente, mordiéndole los labios antes de separarse de él.

- Dos preguntas, Stateway —dijo mirándole a los ojos, enseriando la sonrisa—. ¿Por qué me rechazaste en la sala? y segundo ...¿alguna vez estuviste con una virgen?

Tragó saliva, esperando que entendiera que no tenía intenciones de retroceder ni un centímetro, pero que no tenía la menor idea de cómo avanzar.

—Supongo que serías mi primer seguidora —bramó, sin olvidar se sonreír.

Pudo notar como en ese momento fue ella quien acortó distancias, para besar sus labios, y lo hizo, de una manera que lo estremeció por completo. Era sumamente agradable y fue en ese momento, cuando sintió como los mordía de manera provocativa, cuando Stateway pudo notar como nada cubría el torso de Jaris.

—Yo no te rechacé, Stevens. No quería apresurar ni arruinar nada, eso es todo —explicó el muchacho, adoptando la misma seriedad que la pelirroja—. Y sí, mi primera vez fue con una chica virgen, mi primer novia —respondió.