Espiando a la novata (Lukas) {+18}

Lukas y ella llevaban días sin dirigirse la palabra. En menos de doce horas, él había logrado introducirse en sus sábanas y en menos de doce horas de aquello, él había decidido no dirigirle la palabra, salvo por lo indispensable. Y ella lo extrañaba, lo extrañaba más de lo prudente, más de lo lógico y más de lo que podría decírselo nunca.

En ese momento, él debía estar tomando sus clases por lo que se atrevió a entrar a su habitación unos momentos. Quería sentirse cerca de él, de la forma que fuera necesaria; y si entrar sin permiso en un lugar, era la única salida, la tomaría. Calculó que al joven aún le faltaban tres horas para llegar a casa.

La tarde moría por lo que el cielo tenía una tonalidad rosácea colandose por la ventana de la habitación. Jaris caminó hasta la cama y se dejó caer sobre el masculino cobertor, tenía su perfume ahí impregnado y nostalgicamente feliz se dejó envolver.

Las manos de Lukas eran hábiles y cuando la tocaban no dejaban que un centímetro de su piel ignorara su presencia, se quedaba tatuado en todo su cuerpo. Y sin darse cuenta, ella cerró los ojos dejando que sus diminutas manos emularan la destreza del guitarrista. Era el deseo quien actuaba por ella, que ganas de besarlo hasta quitarle la respiración y moverse sobre sus caderas hasta oírlo llenarse de placer como ella.

- Rockstar... —logró jadear mientras sus manos se retiraban la camiseta.

Se estaba quedando desnuda sobre la cama impregnada del aroma de Lukas y no le importaba. Las pequeñas bragas apenas cubrían su intimidad que estaba humedeciéndose con cada segundo que ella recordaba el roce de las manos de su compañero de cuarto.

Las pequeñas manos de Jaris tocaban con necesidad y un tanto de torpeza el encaje de su brasiere, sintiendo como la lujuría crecía desde su vientre. No sabía qué pecado había cometido para que Lukas comenzara a ignorarla, pero privarle de sus caricias era un precio muy alto.

Un precio que si no fuera por el orgullo, lo habría pagado con gusto.

La más traviesa de sus manos bajó hacia las braguitas que timidamente se humedecían al contacto, haciendo que la pelirroja se mordiera los labios intentando ocultar los gemidos que comenzaban a nacer de su garganta. Lo necesitaba a él, con urgencia.

No entendía cómo podían ocurrir cosas como esas. ¿De nuevo el mismo dilema? Una chica que parecía ser única había llamado su atención, pero la historia no terminaba allí, sucesos algo poco habituales se llevaron a cabo, llegando incluso a compartir su cuarto la primer noche luego de conocerse ambos.

Tampoco terminaba allí, ella era especial y le había enseñado ciertas cosas que ninguna persona antes le había demostrado. Su estilo era particular, y aún así, tenía celos de ella, por más que pareciera que la pelirroja lo hacía a propósito, más que para llamar un poco más su atención que con normalidad.

—De nuevo aquí, parezco masoquista —susurró, entornando la puerta de aquella lujosa casa, donde vivía junto a Jaris.

En cuanto entró, el sonido del televisor acaparó su atención. Parecía que tenía un volumen poco habitual, más alto que el que solían escuchar ambos. Se trataba de un programa algo anticuado que ni siquiera logró hacerlo parar delante de allí. No le llamó la atención no verla ahí.

La razón, podía estar bañándose o mismo en la cocina. Sería mejor alistarse, dejar todo el cargamento como la mochila y el bajo en su cuarto, y luego, darse una rápida ducha para cenar. Pero un hecho curioso hizo detenerlo en seco, apenas se encaminó a su cuarto; la puerta entreabierta lo hizo mirar hacia el interior, sin meterse en él.

—¿Qué...? —pero su voz no fue audible. La escena que acababa de ver, y que seguía mirando, era extraña e inimaginable, al menos, no para él. Y sin poder evitarlo, sintió como un fuego en su interior se apoderaba de él. No podía ir hacia ella alertándola así, se asustaría, pero tampoco irse, quería seguir viendo aquello, que le gustaba y mucho.

Se trataba de ella, en su cama, prácticamente en total desnudez, y, por si fuera poco, parecía estar disfrutando y mucho. Jugando así sola, dejándose llevar por sus deseos interiores que obviamente debía tener, la pregunta que se hacía Stateway era una sola: ¿Por qué eligió ese sitio?

Pronto sus prendas intimas Desaparecieron dandole a sus dedos un nuevo lugar para caminar. Y aun con todo, seguia necesitando que fueran las manos de Lukas y no las suyas las que sintieran esa humedaf y ese temblor entre sus muslos.

-Lukas, vuelve ha hacerme tuya -suplico jadeante.

Recordaba con resolicion haberse aferrado a la espalda varonil mientras el la poseiacon delicadeza.