Una mañana distinta (Lukas)

Jaris apenas logró conciliar el sueño mientras estaba en brazos de Lukas, por lo que apenas vio que despuntaba el alba, se deslizó por debajo de él y dándole un beso en la mejilla, desapareció tras la puerta que daba al baño.

Mientras el agua recorría su piel mezclandose con el jabón de fresias que siempre usaba, ella recordaba las caricias de Lukas sobre su piel. Seguramente dentro de poco se enfrentaría con el hielo que ese chico resultaba, pero en aquel íntimo momento a solas, ella podía fingir que todo estaría bien. Que al levantarse de la cama, él le ofrecería su brazo, compañía y beso, su cariño, su protección. Podía imaginarse lo que quisiera, sin embargo la ducha no sería eterna, y ella no se permitiría sufrir por ninguna decepción amorosa.

Envolvió su cuerpo en una toalla que apenas cubría sus muslos y ató su cabellera en un moño con su mismo cabello. Salió nuevamente a la habitación y sonrió al verlo dormido, cogió su camiseta de uno de los lados de la cama y se lo colocó tras secarse un poquito. Sería al menos un pretexto para volver a ver su torso desnudo, y quizá él mismo se lo quitaría.

Dejo que su cabellera humedeciera su espalda y hombros, apenas colocandose un diminuto boxer negro de encaje, se retiró hacia la sala de estar. Necesitaba estar sola un momento si tenía que fingir que Lukas sólo era una aventura.

Tomó asiento en el sofá y encendió el televisor sin hacerle mucho caso a la película.

La velada inesperada había resultado genial, sorprendiéndolo al muchacho que yacía dormido, como un muerto. No había pasado tan bien desde hacía mucho tiempo, pudiendo sentir el cariño y los deseos de aquella mujer, pudiendo recordar todo punto a punto, una vez que finalmente despertó.

Pero al abrir sus ojos, se sorprendió no verla. Le resultó extraño, hubiera sido muy tierno para él poder abrir sus ojos y continuar abrazados. Pero ella se había retirado temprano, por lo que no pudo hacer nada. Optó por rápidamente ir a darse una ducha, puesto que el baño estaba conectado directamente.

Pudo encontrar un boxer de repuesto en su mochila, pero no tenía dos pantalones o dos remeras para esa ocasión. Y como no encontró su remera, desistió en buscarla, yendo a bañarse y pensar en todo lo que había ocurrido, en todo lo que aquella pelirroja le había dicho y exhibido la última noche.

Caminó con sus cabellos húmedos y torso al descubierto, ya tenía encima el jean de tonalidad grisácea encima. Descalzo, fue hacia la sala de estar. Allí se encontró con ella, vestida a medio vestir; tenía su remera, sonrió por ello, ya que le quedaba un poco grande, parecido a un vestido, y le resultaba muy tierna aquella imagen.

—Aquí estás, Stevens —susurró, mientras caminó hacia el sofá. La miró como nunca antes, pudiendo percibir todo lo que antes no había podido, en prácticamente plena luz del día, vaya si era bella—. ¿Cómo amaneciste? —se sentó a su lado, y pasó un brazo por su espalda, para abrazarla e inclinar el peso sobre sí.

—Sentí raro no verte al despertar —susurró luego. La miró, sintió que ella también lo hizo, y volvió a sonreír. Sin poder evitarlo, le indicó que se sentara sobre sus piernas, que nada ocurriría, pudiendo así darle una protección que a partir de ese momento le fascinaba brindarle. Un beso en sus labios, sutil, corto, pero exquisito, unió ambas bocas.

Se sentó sobre su regazo y lo besó, no había manera de negarse a un comienzo de mañana tan exquisito. Pero debía controlarse, y como su cuerpo no hacía lo que su mente le indicaba, quizá su voz fuera más obediente.

- Amanecí igual que siempre, rockstar —sentenció hincádole una fría mirada antes de abandonar sus piernas y caminar en dirección a la cocina.

Se apoyó en el mármol de la mesada, y comenzó a redactar un pedido al restaurant cercano. Algo para desayunar, algo para evitar que se fuera aquella mañana; sin embargo, algo para que ella le pudiera dejar en claro que si eso iba a ser un juego, serían sus reglas.

—Bueno, Stevens. Por cierto... —pero la muchacha poca atención pareció darle, ya que se fue, siguiendo su curso, hacia la cocina.

Por el contrario, él se incorporó lentamente, no sería necesario ir tras ella rápido, ya que parecía querer seguir el mítico juego de antes de aquella noche. Él no cambiaría su postura, aunque habían cosas distintas, cosas que ahora no podía ocultar o mejor dicho, cosas que ambos habían vivido que podría resultar únicas.

—¿Qué haces? —finalmente había llegado a la cocina, colocándose a un lado de ella, casi contactándola.

Sintió su aliento rozar los débiles nervios de la piel de su cuello y tuvo que cerrar los ojos para no temblar hasta los pies.

- Ordeno algo para comer, tengo hambre —contestó sin darle importancia—. Igual supongo que deberíamos ir a algún supermercado pronto, porque casi contrario, moriremos de inanición.

Quiso volverse sobre si misma y besarlo, lentamente, morder sus labios como si fuera una última vez. Apretaba los nudillos de tantas ganas contenidas, de ciertas palabras escondidas en su garganta; pero su orgullo era más y se prohibió a si misma volver a incitar a Lukas.

- Espero te guste el sushi —musitó un poco más tranquila, deseando que el aliento cálido del recien conocido no fuera tan inquietante.

—Está bien, supongo que podremos ir —susurró, pasando una de sus manos por sobre la espalda de la muchacha, a modo de una suave y tranquilizadora caricia.

Deseaba que la pelirroja girara, quería ver su mirada, quería sentir un contacto largo de mirada mantenida, para poder ver qué era lo que sentía ella; esperaba ver algo en su mirada, que le dejara un indicio de algo reconfortante, no le cabían dudas de que así fuera, pero no podía hacer que eso aconteciera.

—Y sí, el sushi me gusta, y comerlo junto a ti debe ser único, Stevens —y se aproximó aún un poco más, sintiéndola ahora en mayor medida.

¿Qué pretendía Lukas con todas aquellas maneras? Convencerla de que no había sido una noche de aventuras, algo nuevo que apuntar en sus memorias. La porosidad de sus manos cayendo sobre su espalda casi la desmayana; era cierto eso que la primera vez de todos es especial. Porque definitivamente Jaris estaba cayendo en el encanto del guitarrista.

- Todos junto a mí es especial, rockstar —sentenció girándose a verlo, su traviesa mirada había vuelto a apresar los grises ojos del muchacho—. Hablas con la chica que inspirara toda una gira en tu vida de músico.

Ojala pudiera creerse las palabras que le estaba diciendo, sería menos doloroso de aquella manera. Subió sus manos hasta los hombros de Lukas y le dio un beso profundo y fuerte, dejándole bien en claro que seguía siento la Jaris que conseguía todo lo que quería y sobretodo "cuando" lo quería. Le besó fuertemente dejando que sus labios practicamente se devoraran entre sí, dejando incluso escapar un gemido antes de separarse de él y rozar sus labios con una sonrisa.

- ¿Cómo amaneciste tú? —preguntó paseando sus pardos ojos en la soñadora mirada del chico— Hoy faltarás a clases, tenemos cosas que hacer para el pent.

—Lo sé, tú lo has dicho —murmuró con suavidad.

En cuestión de segundos, pudo notar cómo giraba sobre sus propios pies y le propiciaba un dulce beso en su boca. Los labios parecían poco a poco acostumbrándose a los suyos, era único cuando ambas bocas se buscaban de aquella manera, con un dejo de lujuria que enloquecería a más de uno.

—Bien, pero hubiera sido mejor si te quedaras —se sinceró, mientras podía ver cada detalle de su rostro, a apenas unos milímetros insignificantes—. Por cierto, no tendré que faltar, hoy es justo mi día de descanso; amo los miércoles por eso —sonrió y se hizo a un lado, debían llevar el pedido, ambos parecían hambrientos.

—Am... y quedas muy bonita así, ¿sabes? —contempló a la pelirroja de pies a cabeza, con su remera a modo de vestido, quedaba más que sólo preciosa. Mientras tanto, él no se había preocupado de buscar ni una remera o camisa, tenía su torso desnudo.

Le sonrió altanera mientras paseaba sus manos desde las caderas del muchacho hasta sus hombros, hace apenas pocas horas, no eran caricias sino arañazos los que quería hacer con esa piel tan bellamente esculpida. Le dio un suave beso sobre el pectoral mientras era interrumpida por el sonido del timbre.

- ¿Por qué los humanos comemos? —masculló desapareciendo de los brazos de Lukas en dirección a la puerta.

Abrió dándose cara a cara con un muchacho de sombrerito ridiculo que sostenia un par de bolsas plasticas. Al muchacho del delivery no le pareció muy malo encontrarse con la pelirroja semidesnuda y se deleitó lo más que pudo con las piernas de Jaris mientras esta revisaba el pedido.

- Todo debe ir a la cuenta de Jaris Zhai Stevens Spencer, se debita automáticamente a fin de mes, ¿te lo explicaron? —inquirió ella mirándolo nuevamente.

- Si señorita —asintió él con ojos especialmente brillosos.

- Bueno, entonces todo en orden; muchas gracias y buen día.

- Buen día.

Entonces cerró la puerta, dejando al muchacho con un palmo de narices. Ella se giro y vio que Lukas le había dado el alcance en el recibidor, aunque sus facciones habían vuelto a cambiar. Le sonrió mostrándole las bolsas.

- ¡Desayuno internacional! —chilló emocionada— Nada mal para un primer día ¿no?

—Supongo que no, aunque... para la próxima vez, o te vistes más, o atiendo yo —bramó, dejando claros gestos de celos.

Fue hacia ella, con elegancia en su paso, a pesar de aún andar descalzo, y tomó las bolsas con la comida de aquel día. De igual manera, sin demasiada prisa, las colocó una a una sobre la mesa. Sitio que comenzaron a preparar para justamente comer, y así lo hicieron, mientras todo estaba listo, se sentaron y comenzaron.

—Está muy bien, muy bien —culminó Lukas, mientras finalmente ambos degustarían de la excelente comida de aquel día.