Que pim que pam -e.e- {Adridridrien}

Y cuando por fin conseguí conciliar algo de sueño ya estaba aquel maldito despertador sonando como cada mañana. Suspiré con ciertabastante pesadez mientras colocaba la almohada sobre mi cabeza, si, así solían ser mis despertares, como cuando tenía 13 años y mi padre me llamaba constantemente para que me levantara y fuera al colegio. Eran las siete de la mañana ¿es qué nadie era capaz de comprender lo duros que son los lunes para mi? … Me incorporé como pude aún sentada en la cama y miré atentamente a la ventana de mi aquella gran habitación fruto del dinero del Sr. Rothschild, cojonudo, había llovido toda la noche y fruto de mi gran memoria me había dejado la ventana abierta, cosas como esas son las que me hacían levantar el trasero de la cama. Y como todas las santas las mañanas, realicé los mismos pasos que el lunes, el martes, el miércoles … levantarme, ducharme, cambiarme, y salir a toda ostia para no llegar tarde. No, no, se me olvidaba algo … ¡la jodida ventana! Fui hasta la habitación, otra vez, y cerré a la causante de haberme congelado de frío toda la noche, bueno, y de que en el suelo de mi habitación pudiera vivir Nemo y toda su familia.

Una ducha con agua bien caliente y como nueva, si, eso era lo que iba a hacer, porque por ahora la mañana era peor que la de un martes 13. Iba sobrada de tiempo, aún tenía 45 minutos para terminar de vestirme y salir directa a la universidad, además quería irme antes de que mi abuela viniera a visitarme, bueno, más bien a llevarse la ropa sucia. A las 8:00 ni un minuto más, ni un minuto menos, a esa hora ya estaba allí con el bolso de punto, su vestido de calabazas y su moño kilométrico cargado de toneladas y toneladas de laca. Miré la hora en el esférico reloj que habitaba en la pared de la cocina y sin más reparos cogí 3 galletas integrales del armario, el bolso que tenía preparado en el recibidor y salí por la puerta como si me fuese la vida en ello. ¿Ascensor roto? ¡Joder! Siempre que llevaba tacones me pasaba lo mismo, y creerme, que mis zapatos de tacón, mi torpeza y las escaleras nunca se han llevado bien.

Aunque fuera increíble había llegado a la puerta de la calle sana y salva, y mis zapatos también. Nada más salir ya me había dado en las narices con el viejo verde de siempre, el vecino de abajo ¡que pesado era! Le sonreí a duras penas y seguí con la vista recta con la intención de que no se atreviera a decirme nada. Y así fue, gracias Dios y gracias a la gran capacidad de fingir que tenia prisa. Por lo general, la calle estaba bastante vacía acostumbrada a verla repleta de gente como siempre, sería porque la gente había tomado la inteligente decisión de no madrugar, que era lo que tenía que haber hecho una servidora. Miré la hora en mi nuevo iPhone y no, no era posible, tenía 5 minutos para llegar. ¿Cómo iba a llegar en tan poco tiempo si los coches no hacían más que saltarse los semáforos en rojo y la poca gente que había me iba empujando? En fin, inconvenientes de ir a patita y no tener un chofer para mi sola.

No me iba a dar tiempo a llegar a la primera clase, y hacía mucho tiempo que no pasaba un buen rato con Adrien, por lo tanto, ya tenía plan hasta las 10 de la mañana. Antes de guardar el iPhone de nuevo en el interior de mi bolso le envié un corto pero significante mensaje …”En diez minutos en el parking de la universidad, como no vengas te quedas sin miembro varonil” …-Fui directa al grano, para eso era mi novio, tenía derecho a exigirle si quería, y si no lo tenía lo iba a hacer igual.