#Authorized Personnel Only {·Audrey J. Schneider}

Las luces se habían extinto para estas horas y todo lo que iluminaba a Satchmo's era la luz de un farol que se filtraba por la ventana, escabullida entre las cortinas que cubrían los vidrios impregnados de una leve capa de escarcha. Tan pronto como aparté mis manos de ella, agradecí que el codo que había alzado tan amenazante en dirección a la boca mi estómago no había logrado su cometido, hubiese sido un golpe doloroso y el impacto seguramente me hubiese hecho perder el cigarro en el suelo. Alcé una ceja cuando la bella morocha volteó para obsequiarme tan bellas palabras. — Siempre tan directa — musité con una risa de burla mientras le daba una calada al cigarro y exhalaba el humo, apartándolo del rostro de su interlocutora para no ser grosero. — Pero en todo caso, te lo buscas con esas faldas tan reveladoras que traes — Argumenté aún sabiendo que no era algo que ella había decidido, sino que eran "estrategias" para aumentar la clientela -y las propinas que dejaban los babosos-. — Te lo dije varias veces, uno de estos días vas a sufrir un ataque de mi parte — añadí observando sus orbes azulados con intensidad, insinuarle las cosas de aquella forma tan poco sutil me resultaba atractivo en varios aspectos. Desvié el rostro y noté que habían quedado algunos billetes sobre la mesa, los cuales no pudo recoger porque la había interrumpido. Aparté el cigarro de mi boca con mi mano y me acerqué a ella, acorralando su cuerpo entre el mio y el borde de la mesa, me incliné casi pegando su rostro contra mi boca y extendí mi mano por detrás de ella hasta tomar el dinero. Sin apartarme, conservando la poca distancia, abaniqué el papel violáceo con el rostro arrugado de la Reina Elizabeth frente a ella y lo deposité en su mano. — Son veinte libras, no se te vaya a olvidar semejante propina — Musité con una pequeña mueca asomándose por la comisura de mis labios, resistiendo la tentación de robarle un beso en ese instante.

El fuego seguía consumiendo a mi cigarro y no lograba apartar la vista de sus ojos, hasta que el humo se interpuso entre los dos y recordé mi necesidad por volver a posar mis labios en el ligero filtro y aspirar para llenar mis pulmones de aquél tóxico placer que me hacía relajarme de vez en cuando. Di un paso hacia atrás para agrandar la distancia entre los dos y miré hacia el techo para dejar que pequeños aros de humo se dibujasen a lo largo del espacio libre a nuestro alrededor. La canción que había seleccionado en la rocola había terminado y el modo aleatorio seguramente haría de las suyas. La luz de la farola de la calle comenzaba a parpadear poco a poco, perdiendo potencia y dejando el bar a oscuras por momento dejando el pequeño puntillo colorado que suponía el fuego de mi cigarro como única luz, pero al rato recobraba la energía y brillaba con un poco más de intensidad, aunque era cuestión de segundos para que el foco terminase por fundirse. — ¿Cómo te encuentras de eso? — pregunté fingiendo poco interés, bajando la mirada para observar su pié lastimado.

Atrevida, pícara y hermosa. Sin duda las tres palabras que mejor describían a Audrey eran esas tres o al menos las primeras que se me veían a la mente ahora, mientras confesaba sin escrúpulos que no pondría resistencia a un ataque de mi parte. Mi mente se relamía de solo pensar en el momento en el que el único par de personas, además de nosotros, se marchasen. Quedaríamos en soledad, una vez más como tantas otras, y las cosas se teñirían de un tono misterioso, todo podría suceder cuando dos personas como nosotros quedábamos a solas, y sea cual sea el resultado siempre era bueno, demasiado bueno. — Voy a tener ese dato en cuenta...prometo cumplir con las expectativas — respondí con descaro, no me importaba ser demasiado conservador con ella, era consiente de la atracción que sentía hacia ella, algo que había aprendido a negar en los primeros meses de trabajo pero con el tiempo se volvió una piedra gigante, involucrarme con alguien del ambiente laboral no era lo indicado cuando este empleo era el que pagaba el alquiler de mi departamento.

Su reacción no se hizo esperar al ver como danzaban los billetes frente a ella, no por el hecho de tomar su propina sino por el juego que comenzaba a tomar forma entre los dos. Su mano se acercó lentamente y envolvió la mía para manipularla con facilidad -puesto que no había puesto resistencia- hasta colarse peligrosamente por debajo de la corta falta, atrapando al billete con uno de los extremos de su ropa interior. Durante aquel exquisito proceso no aparté mis ojos de ella, estaba haciendo más grande la apuesta y yo era un hombre que jamás se echaba hacia atrás en este tipo de situaciones, ella era consiente de mi personalidad pero de todas formas disfrutaba de incitarme. Finalmente tuve que hacerme a un lado, el humo del cigarro le había provocado una pequeña tos, por lo que apagué el mismo en uno de los pequeños ceniceros de la mesa de junto. Me crucé de brazos y recargué mi peso sobre una larga columna de madera que iba desde el suelo hasta unirse con una de las vigas del techo, observando como Audrey articulaba su pié de un lado a otro para demostrarme que se encontraba bien. Una voz ronca y grave hizo eco en mis oídos y llamó atención al hombre que comenzaba a acercarse a nosotros. Se acercó a mi compañera y tras un balbuceo que no llegué a comprender, le entregó las llaves del café para esfumarse tras la gran puerta de madera, la cual crujió por el frío al cerrarse detrás del corpulento hombre. Alcé la vista al gran reloj de la pared cuando el hombre se fue mi cara de asombro no se hizo esperar cuando noté la hora que era. — ¿Ya las dos? Mierda — musité para mi mismo en un susurro mientras me reincorporaba, con una pequeña idea en la cabeza que no se haría evidente hasta que mis labios expresaran con total franqueza lo que me traía. Di unos cortos pasos desde mi ubicación hasta la suya y la miré con aquella gracia maliciosa que me caracterizaba, picardía pura. — Sabes, este sería un momento perfecto para "atacarte" — comenté como si fuese un hecho sin importancia, mis orbes recorrían sus figura con ahínco y mordí mi labio inferior casi inconscientemente ante su belleza. El ruido sordo de mis zapatos chocando contra el piso, haciendo la distancia entre nuestros cuerpos cada vez menor era la evidencia de mis futuros actos. — ¿Crees que alguien se enteraría de algo? — añadí a escasos centímetros de su rostro, con la vista clavada en sus finos labios, ansiando poder saborearlos, cada vez con una necesidad más creciente al sentir como su cálido aliento cerezas golpeaba a mis sentidos enviando un pequeño cosquilleo. — Creo que sería una idea perfecta... — concluí aquellas palabras para atentar contra lo poco de espacio personal que había dejado intacto en ella, arremetiendo contra su boca como si fuese el ultimo trago de agua sobre la Tierra, consumiéndome en aquel descarado beso que acababa de robarle, el primero de muchos en la noche.

Sus palabras se volvieron nada cuando atenté contra su boca en aquel cálido beso, dejando en un plano olvidado el hecho de que no le importaba si alguien nos encontrase en tan comprometedora situación. El bar había quedado completamente desolado, se había vuelto un perfecto escenario para nosotros dos y nuestro pequeño juego, el mismo que repetíamos en este tipo de noches donde las coincidencias y la suerte nos dejaban a solas en un lugar que se había vuelvo más que importante para ambos. Separé mi boca de la suya lentamente, con una mueca de disgusto al perder el contacto del exquisito sabor de sus labios. De no haber sido por su recordatorio habría olvidado por completo que después de aquel robo que había sufrido el comercio colocaron varias cámaras de vigilancia. — Estás en todos los detalles — dije en un tono suave y profundo, observando con disimulo la ubicación de una cámara que, por suerte, no estaba enfocándonos en estos instantes. — Habrá que actuar un poco entonces — añadí con una leve sonrisa, ya que sería sospechoso si las cámaras nos viesen entrar a los dos juntos, por lo que la situación ameritaba un poco de astucia. No era que revisaran las cintas de seguridad todo el tiempo, por el contrario solo lo hacían cuando faltaba algo de dinero o cualquier cosa similar, pero era mejor prevenir que curar. Aclaré mi garganta y me aparté, caminando en dirección opuesta a ella para tomar el abrigo que traía conmigo y cargarlo sobre mi hombro.

La noche seguía cayendo y una fuerte ráfaga de viento trajo consigo lo necesario para que el defectuoso farol de la calle se sacudiese hasta dejar de brindar su escasa luz. Ya no necesitaría el estúpido abrigo para fingir mi ingreso al vestidor, no ahora que las cámaras no podrían captar nada en la total oscuridad que invadía nuestro alrededor. Apresuré a mis piernas para acercarme a ella, sin darle tiempo a verme ni a esbozar palabra alguna pues mi boca, ansiosa, se había apoderado otra vez de sus labios mientras intentaba guiarla en la oscuridad hacia aquella sala del bar. — Deberíamos...apresurarnos...quizás la luz...vuelva pronto — musité entre besos fugaces, que se cortaban y resumían cuando mis palabras acallaban para dejar que mis acciones hablasen por ella, gritando que querían adueñarse de ella en esta excitante noche y al igual que muchas otras. Separé un poco mi rostro del de ella, irrumpiendo en el beso para poder aclarar la vista en la oscuridad y no golpearme contra nada de camino a la puerta del vestuario. Tomé su mano y con celeridad la guié a través de aquel oscuro laberinto en el que se había convertido nuestro lugar de trabajo. Llegamos al sitio en cuestión pero la puerta estaba cerrada con llave, lo cual me hizo recordar que Ronnie le había entregado hace algunos minutos a Audrey su llavero con todas las llaves. — ¿Me permites? — dije fingiendo que le pedía permiso, más que tomé el atrevimiento de recorrer su cuerpo, vagando por su cintura hasta bajar a los pequeños bolsillos de su falda para facilitarme a mi mismo las llaves que nos dejarían entrar a aquel sitio donde no tendríamos que privarnos de nada. Palpé ambos bolsillos sin éxito, pues no había escuchado el ruido metálico. ¿Donde podrían estar si no en los bolsillos delanteros? Sonreí en la oscuridad, contemplando la única opción restante, el bolsillo trasero de su falda. Casi involuntariamente mis manos se deslizaron por detrás de su espalda y y bajaron con cautela, dibujando el contorno de sus curvas hasta sentir el relieve de las llaves en su bolsillo. Introduje mi mano en él y tomé por fin las llaves. — Tengo la ligera sospecha de que lo tenías planeado — dije mientras tomaba su mentón con suavidad para atraer su rostro hacia mi y besarla de manera apresurada. — Las damas primero — bromeé mientras introducía la pequeña vara de hierro dorado en el ojo de la cerradura y la giraba, dejando que un pequeño ruido metálico se oyese al destrabarse la puerta, la cual abrí de par en par para que pudiese ingresar.