Un poco de paz {Audrey}

Su vista se encontraba perdida observando el humo que el mismo soltaba de su boca con calma, todo él estaba en calma, por más de que la actitud más normal que adoptaría en momentos como este sería estar fuera intentando ahorcar a la primera persona que se cruzara en su camino y su rostro no fuera de su agrado, pero probablemente había conseguido resignarse a la situación, o eso creía. "Necesito dinero" todavía podía escuchar el eco repulsivo de la voz de su ex-novia en la cabeza, lo que lo llevó a aferrar en su puño el móvil con más fuerza. "Marianne, no voy a mantenerte" fue todo lo que le respondió con una tranquilidad que no era suya, cosa que seguía alarmandole. "Tienes obligaciones, Liam, no hace falta que te las recuerde." y lo cierto era que no, no hacía falta que se las recordara, porque tenía a su hija presente a cada momento del día, pero se negaba a dar una sola libra demás para que la usara en ella. Utilizó la única excusa que se le vino a la mente para deshacerse de ella, sus clases, cuando en realidad faltaban cerca de dos horas para que comenzaran.

Se repatingó en su silla y puso los pies sobre el escritorio mientras volvía a darle otra calada a su cigarrillo, tenía más que claro que estaba prohibido fumar en las aulas, pero ¿quien podía negarle un cigarrillo en éste momento? Aflojó el nudo de su corbata, sintiendo como el móvil comenzaba a sonar entre sus dedos nuevamente, el nombre de su ex estaba en la pantalla. Dejó que sonara hasta que el silenció volvió a envolver la habitación por completo y una vez más no se alteró, solo soltó el humo del cigarrillo por la nariz y dejó el móvil sobre el escritorio, el que en cuestión de segundos comenzó a sonar otra vez, sin siquiera moverse un centímetro para resignarse a leer ahora un mensaje de texto.

Absorbido por su propio mundo, no prestaba atención alguna a los sonidos que lo rodeaban, ni siquiera a su móvil, que hasta hacía segundos estaba acribillandole el cerebro con su estridente chillido, se preguntaba porque carajo había elegido justamente ese tono, aunque tal vez el hecho de que fuera su ex la que estuviera acosándole le resultaba más torturante y le dolía pensar, aunque no de manera directa, que Marianne sería la única mujer que le interesaba. Echó un rápido vistazo a la pantalla de su teléfono estirando su cuello con pereza. Tres mensajes recibidos, ¿a caso no se cansaba? Se llevó el cigarro nuevamente a los labios mientras dirigía su mirada a el enorme ventanal a uno de sus costados y aislaba el resto de los sonidos, enfocándose solamente en el incesante murmullo de los estudiantes en los alrededores del edificio. Suertudos zánganos incompetentes. No se dio cuenta que estaba acompañado hasta que sintió el peso sobre sus hombros, y luego el roce sobre su oreja, acompañado de aquellas palabras, reconociendo al instante a la dueña de esa voz. Dio un respingó en ese mismo segundo, haciendo que el cigarrillo se le resbalara de entre los dedos y cayera al suelo.

Se levantó de su asiento con cierto aire nervioso que trató de esconder, poniendo su típica y fría expresión, que a Audrey parecía no causarle ninguna de las reacciones que el pretendía. - Me has asustado, mujer - murmuró agachándose a recoger su cigarro y se lo colocó entre los labios mientras volvía a acomodar su corbata debidamente. - No tienes clases hasta dentro de hora y media, ¿necesitas algo? - le preguntó recargándose sobre el escritorio. Dios, si tan solo ella no le pusiera de aquel modo. El móvil le hizo apartar la vista del rostro de Audrey y sin poder soportarlo más, lo cogió con algo de violencia y tomó la mano de la chica poniendo el aparto en su palma. - Acabas de ganarte un móvil, cielo y un único favor, no me lo devuelvas - le dijo con una sonrisa, no quería leer aquellas estupideces sobre que era un mal padre y bla, bla, bla.

Tragó saliva y desvió la vista del rostro de la chica, no entendía el porqué de sus reacciones, en su juventud podrían haberlo juzgado de mujeriego, no era que hubiera habido muchas mujeres en su vida, tan solo relaciones esporádicas hasta que conoció a Marianne, pero las mujeres nunca habían dejado de gustarle y no rechazaba insinuaciones como éstas, o por lo menos no se ponía así de nervioso. La idea de que ella también disfrutaba del ponerlo así, así que su tensión aumentara. Santo cielo, si tan solo pudiera descargar el estrés de alguna forma. Decidió ignorar el comentario y no brindarle una respuesta, simplemente se movió nervioso, dejando en paz su corbata para revolverse el cabello.
Volvió a dirigirle a la mirada cuando respondió a su anterior pregunta. - ¿Trabajo? - le preguntó con cierta curiosidad, observando como dejaba la carpeta sobre el escritorio, a la que le echó una ojeada, revisando los primeros renglones para luego volver a enfocarse en su reciente acompañante. - Buen trabajo, no lo esperaba hasta mañana. Nunca me decepcionas, Audrey - le felicitó con una sonrisa de complacencia. - Lo corregiré ésta noche - le comentó. Él y sus noches entretenidas, seguro que de todas las opciones que elegiría, la última sería pasarse enfrascado en trabajos que había puesto a sus alumnos, tomando alguna bebida fuerte.

Como lo esperaba, la joven le lanzó una mirada inquisitiva, y el solamente se limitó a hacer una mueca y encogerse levemente de hombros, pero supo que no había sido una buena idea entregarle el teléfono justamente a Audrey cuando lo respondió. Hizo un gesto con las manos indicándole que se detuviera, pero ella continuó. Escuchó cada una de las palabras que pronunció sin saber si sonreír o sacarle el teléfono de las manos, sabía que Marianne no le dejaría en paz después de eso, pero por otro lado disfrutaba el hecho de que alguien la tratara como se debía. Escuchar el final hizo que se tapara el rostro con una de sus manos. - Santa mierda - murmuró quitando la mano de su rostro y observando a Audrey. - Gracias por la ayuda, cielo, pero me acosará aún más ahora - no estaba molesto en lo más mínimo, aquella situación ya no le alteraba, sabía que sería su karma y no había salvación. El móvil volvió a sonar y le lanzó una mirada envenenada, estaba a punto de quitárselo de la mano y arrojarlo por la venta, pero se le adelantó y con rapidez lo estampó sobre el suelo. Suspiró satisfecho al ver el aparto destrozado y apuntando los pedazos con el dedo volvió a hablarle. - Tendría que haber hecho eso, hace mucho tiempo - dio la última calada a su cigarro y lo tiró junto con los restos de su celular, acomodándose nuevamente a su lado en el escritorio.