Lejos del mundo {Oliver}

Frío. Eso fue lo primero que sintió el moreno de parda mirada cuando por fin llegó, mochila en mano, a una de las tantas colinas que Port Meadow escondía. El gélido aliento de la remota soledad acariciaba su cogote consiguiendo que una sensación extraña e indescriptible se hiciera cargo de toda su persona al mismo tiempo que se preguntaba cuánto tiempo hacía que se sentía así, ¿Todo una vida?, ¿un instante?, ¿un momento?.
Miles de preguntas sin aparente respuesta atacaban la mente del joven que, con cierto aire despreocupado, vagaba por los verdes campos que se alzaban a su paso. Su mente andaba perdida recordando anécdotas, sonrisas y canciones compartidas con los integrantes del grupo que ahora había desaparecido, junto con su mayor fan; su padre. Sí, los echaba de menos y no entendia por qué no había sido él el escogido para terminar con la agonía de una vida predestinada al fracaso.


Miró el reloj de cuero negro que adornaba su muñeca. Parecía que las horas no querían pasar, que las agujas se habían detenido en el instante exacto en el que divisó una silueta tumbada en el suelo. Alcó la ceja, dubitativo en una parte y curioso por la otra. ¿Qué narices hace esa ahí?" se preguntó a la vez que adelantaba un par de zancadas en silencio. Se mordió la parte interior del labio inferior, como siempre hacía, y desvió la mirada hasta lo caballos de vivos colores que trotaban libre por el campo. Sentía envidia de ellos, de su forma de vivir. Suspiró, se acercó hasta la melena rubia que entre la maleza asomaba y, cuando estubo lo bastante cerca se tumbó a su lado sin pensarlo demasiado. Apoyó las manos sobre la barbilla y la miró curioso, parecía no haberse percatado de la presencia del chico.
-¿Buenas fotos?- preguntó desvergonzado, adquiriendo una sonrisa ladina que pocos instantes después de su rostro se borró.

Parece que el tiempo se ha realentizado ante mis ojos, que todo adquiere un ritmo más pausado y monótono a causa del temible silencio en el que el lugar se ve sumido. Miro con cierta intriga a la chica que está tumbada a mi lado, apreciando el color de su cabellera rubia semblante al de los campos de trigo y, pese a eso, no puedo evitar soltar una ligera carcajada cuando se asusta ante mis palabras, ¿tan extraño es esto?.

Miles de fonemas, conjuntos de letras en extraña lengua, salen de sus labios disparados cuales dardos envenenados y, tal y como suenan, juraría que no está diciendo nada bueno de mí. -¡Eh, eh, caperucita!- contestó ante su pregunta a la vez que me incorporo observando la grandiosidad que desprenden los caballos libres. -Que el lobo no te haya dado lo que necesitas no es mi culpa.- añado finalmente sin mirarla, absorto en el sonido que crean los pasos agigantados de los equinos.

Me siento bien y cruzo las piernas y observandola a ella e instantes más tarde a la verde hierba. No me desagrada su compañía y quizá he sido demasiado sarcástico con el comentario pero, sinceramente me dá exactamente igual si la he ofendido o no pues la verdad no la conozco de nada.
Me giro hacia la maleta y la abro casi desesperado, hace demasiado que no me fumo un buen porro y es esta una ocasión para hacerlo. Rebusco por todo, sacando y metiendo cosas, objetos ahora inútiles, pero nada. Chasqueo la lengua despreocupado y vuelvo la mirada hacia ella cuando el timbre de su voz vuelve a sonar.
-No hay nada que disculpar.- musito aún entretenido en mi búsqueda y poco después me percato de que su mano está tendida. Acerco la mía al suya y la estrechó en un gesto algo anticuado para un joven de 23 años. -Oliver, mi nombre es Olvier.- añado poc después ladeando la cabeza.

Arqueé las cejas sorprendida con su comentario, lejos de sentirme ofendida al respecto, me causó bastante gracia, sobre todo teniendo en cuenta que mi apellido es Wolfenstein, osea un derivado de Wolf "Lobo".

- Quizás no sea yo la caperucita a fin de cuentas.- Dije con sorna.- Te aseguro que tengo más parte de lobo que muchas personas, pero gracias por tu preocupación por mi estabilidad sexual.

Me quedé mirándole con curiosidad mientras revolvía sus cosas con gesto casi desesperado. No sabía que demonios estaba buscando, me encogí de hombros y saqué mi cajetilla de tabaco del bolsillo de mi chaqueta con aire distraído. Le tendí uno.

- ¿Fumas?- Inquirí con cierta amabilidad, pero sin pasarme tampoco.

Dejé el paquete entre nosotros y me dediqué a encender mi cigarro, exhalando el humo con parsimonia, disfrutando, como siempre, de la primera calada, mientras miraba el cielo.

- Oliver, ¿Eh?.- Dije cuando agitó mi mano.- Es un buen nombre, te pega.

Me puse a tamborilear con los dedos sobre mis botas, siempre tamborileaba los dedos cuando no tenía nada mejor que hacer con las manos, y eso solía ser siempre que no conducía o sacaba fotos, y como por el momento no tenía intención de hacer fotos, pues eso, tamborileaba.

- ¿Vienes mucho por aquí?- Le pregunté aspirando de nuevo el humo de mi cigarro.

Me lloriquearon un poco los ojos.

- Mierda...- Mascullé entrecerrandolos.