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Apuestas peligrosas { Evoleth Lafayette }
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Apuestas peligrosas { Evoleth Lafayette }
Quería pasar un buen rato repleto de risas, así que decidí levantarme de la cama después de desperezarme durante hora y media. Me duché como una bala y dejé secar mi pelo con el aire que entraba por la ventana, no tenía mucha lógica tener la ventana abierta en esta época del año, pero necesitaba despertarme. Además nada en mi vida era lógico, más que nada porque eran las ocho de la tarde y me había pasado durmiendo todo el día. Como se notaba que hoy no trabajaba y que tenía el día libre, la noche anterior me la había pasado de un local en otro, tomando alcohol y conociendo gente. Hacía ya un par o tres de semanas que había llegado aquí y ya había echo bastantes amistades, además también me había ganado algún que otro "enemigo", más bien rival o gente a la que me encantaría seguir molestando durante mucho tiempo. Me vestí un poco decente, con un pantalón pitillo y una camiseta con el hombro descubierto, dejando ver la tira de un sujetador de encaje. Además de unos taconazos color negro que hacían que mis piernas tuvieran mucho más encanto. Acabé de arreglar mi cabello haciendo que quedaran unas ondulaciones perfectas y salí de casa.
No pretendía ir muy lejos de casa, así que paseé un par de calles observando cualquier lugar donde pudiera entrar a tomar algo, no me apetecía nada en especial, así que el primer local que me gustara entraría y pediría lo primero que me viniera a la cabeza. Pasé por delante de un bar el cual no me llamó para nada la atención, este tenía una gran cristalera por la cual se podía ver el interior, estaba repleto de hombres hablando, jugando fumando y bebiendo, de todas las edades posibles y estilos. Me pareció un bar un tanto extraño, así que seguí adelante. Pero una voz masculina, procedente de aquel bareto me llamó con un silbido, como si llamara a su perro, acompañado de un "¡Eh rubia, ven aquí!". Me giré sobre mí misma, puesto que la calle estaba casi vacía y no veía ninguna otra rubia por ahí, y observé a un chico de mediana edad, más mayor que yo, eso seguro, apoyado en el marco de la puerta. Este vestía con una cazadora de cuero y pantalones tejanos, sostenía una cerveza y entre sus labios descansaba un cigarro a punto de acabarse. Esto parecía de película, me encantaba. Me acerqué sin apartarle la mirada y me quedé frente a él, en silencio, simplemente observando con curiosidad sus ojos, su rostro. Escuchaba menos ruido del interior del local, al parecer sus compañeros de juerga se habían parado a mirar y estaban comentando la jugada. El chico me dedicó una sonrisa pícara y se la correspondí, esperando a que me dijera a que venía ese grito. Este se colocó bien la chaqueta y dejó caer al suelo el cigarro, al parecer intentaba intimidarme, o seducirme, o quizá las dos cosas, y ambas estaban fallando por completo.
- A ver rubita, que te parece si echamos un billar -¿Un billar? Por Dios, ¿me había visto con pintas de camionera o que? Rodé los ojos y miré por primera vez a los hombres que habían dentro, con posturas vacilonas y riendo porque me había quedado callada. Así que el hombre que tenía frente mis narices reacciono y puso las cosas más interesantes- Si tu ganas te invito a beber durante toda la noche, si yo gano... Bueno, eso ya me lo pienso -Alcé una ceja y solté una risa irónica. ¿Ya se lo pensaba? Claro, y yo era imbécil. Pero la propuesta me gustaba, quería divertirme, ¿no? Con tanto hombre tenía la diversión asegurada. Sin contestar con palabras entré al bar y me acerqué a la mesa de billar, agarrando un palo y una tiza. Observé como el chico de antes y otro más se acercaban y agarraban palos también. Chasqué la lengua y negué con la cabeza.
- ¿Tú y él contra mi? No lo veo justo -miré a mi alrededor, esperando encontrar a alguien con quien poder formar un grupo.
Off; Puedes hacer como si nos conocemos, o como si no... Eso ya es cosa tuya! xd
No pretendía ir muy lejos de casa, así que paseé un par de calles observando cualquier lugar donde pudiera entrar a tomar algo, no me apetecía nada en especial, así que el primer local que me gustara entraría y pediría lo primero que me viniera a la cabeza. Pasé por delante de un bar el cual no me llamó para nada la atención, este tenía una gran cristalera por la cual se podía ver el interior, estaba repleto de hombres hablando, jugando fumando y bebiendo, de todas las edades posibles y estilos. Me pareció un bar un tanto extraño, así que seguí adelante. Pero una voz masculina, procedente de aquel bareto me llamó con un silbido, como si llamara a su perro, acompañado de un "¡Eh rubia, ven aquí!". Me giré sobre mí misma, puesto que la calle estaba casi vacía y no veía ninguna otra rubia por ahí, y observé a un chico de mediana edad, más mayor que yo, eso seguro, apoyado en el marco de la puerta. Este vestía con una cazadora de cuero y pantalones tejanos, sostenía una cerveza y entre sus labios descansaba un cigarro a punto de acabarse. Esto parecía de película, me encantaba. Me acerqué sin apartarle la mirada y me quedé frente a él, en silencio, simplemente observando con curiosidad sus ojos, su rostro. Escuchaba menos ruido del interior del local, al parecer sus compañeros de juerga se habían parado a mirar y estaban comentando la jugada. El chico me dedicó una sonrisa pícara y se la correspondí, esperando a que me dijera a que venía ese grito. Este se colocó bien la chaqueta y dejó caer al suelo el cigarro, al parecer intentaba intimidarme, o seducirme, o quizá las dos cosas, y ambas estaban fallando por completo.
- A ver rubita, que te parece si echamos un billar -¿Un billar? Por Dios, ¿me había visto con pintas de camionera o que? Rodé los ojos y miré por primera vez a los hombres que habían dentro, con posturas vacilonas y riendo porque me había quedado callada. Así que el hombre que tenía frente mis narices reacciono y puso las cosas más interesantes- Si tu ganas te invito a beber durante toda la noche, si yo gano... Bueno, eso ya me lo pienso -Alcé una ceja y solté una risa irónica. ¿Ya se lo pensaba? Claro, y yo era imbécil. Pero la propuesta me gustaba, quería divertirme, ¿no? Con tanto hombre tenía la diversión asegurada. Sin contestar con palabras entré al bar y me acerqué a la mesa de billar, agarrando un palo y una tiza. Observé como el chico de antes y otro más se acercaban y agarraban palos también. Chasqué la lengua y negué con la cabeza.
- ¿Tú y él contra mi? No lo veo justo -miré a mi alrededor, esperando encontrar a alguien con quien poder formar un grupo.
Off; Puedes hacer como si nos conocemos, o como si no... Eso ya es cosa tuya! xd
Weronika Ivanova- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 16/07/2011
Re: Apuestas peligrosas { Evoleth Lafayette }
Mujer, te conozco sí xD Y siento el retraso *-*
Hoy habría sido un día cualquiera de un mes cualquiera si no fuera porque Evoleth estaba rara; es decir, normalmente hubiera ido a dar clase de baile, soportando diferentes clases de niñatas y divas que aspiraban a ser alguien que nunca serían, y si no que se fijasen en ella, prima ballerina del conservatorio de danza y ahí estaba, ¿le habían fichado para alguna compañía? No. ¿Estaba haciendo giras promocionando algún espectáculo? Eh... ¡No! ¿Había conseguido que su nombre fuera algo más el de un triste estudio perdido de la mano de Dios? S... ¡NO!
Pues que ellas tampoco aspirasen a más porque la mitad trabajarían de empleadas del hogar, en un McDonald’s de cajeras o en los grandes almacenes ordenando tallas de sujetadores por colores, quizá varias tuvieran un doctorado en algo, pero bueno, seguramente acabasen trabajando de cajeras. La verdad era que normalmente la rubia hubiera sido mucho más positiva aunque no lo hubiera reconocido, pero hoy, ¿para qué? Así que en vez de abrir la academia, había optado por irse a un bar a tomar algo. En realidad para ella no era un bar, era EL bar. Desde que se había mudado a Oxfordshire este era el único sitio que había frecuentado más de dos veces. Sí, el lugar era propio de una motera salvaje o un marimacho; pero precisamente por eso le gustaba aún más, ya que entre tanto tío, sus curvas femeninas resaltaban más aún.
Además, le había cogido cariño a alguno de los tipos del bar. A ver, no es que fueran amigos de toda la vida, pero oye, se podía contar con ellos para alguna que otra fiesta. Y a parte, el cuero negro, que era básicamente el uniforme del bar, le sentaba de fábula. De hecho, ahora mismo iba vestida con una chaqueta de cuero negra, que saltaba a la vista que no era suya, ya que la utilizaba remangada y aún así le sobraba manga, por no hablar de que si se la abrochaba daba el pego de vestido, que casi le llegaba por las rodillas. Complementando a esto, hacían juego unos shorts, también de cuero negro, con cadenas y unas medias de rejilla -rotas en diversos lugares- finalizando en unos taconazos rojos de charol. Sin embargo, a pesar de que la chaqueta pudiera ser utilizada como vestido, ella llevaba una camiseta básica de color blanco, ajustada y de tirantes, a la vista. No fuera a ser que la confundieran con una cualquiera, cosa que ella no era, aunque lo pareciera, porque la verdad era que esos labios rojo pasión y las tupidas pestañas negras decoradas con rimmel daban bastante la impresión de pertenecer a una chica de la calle. Por eso también le gustaba el bar, le servía de protección conocer a los que lo frecuentaban; era raro, pero al fin y al cabo no había nada normal en la vida de Evoleth.
Así que allí se hallaba la francesita dorada, tirada sobre la barra del bar con los restos de varias copas a su alrededor, algunas de ellas de propietario desconocido, que le daban un aspecto insalubre a la mujerzuela. Suspiró e inclinó el vaso de tubo hacia su boca intentando que resbalase algo de líquido del interior, cosa que no fue posible, ya que el vaso llevaba vacío la última media hora. Frunció el cejo y se incorporó, adoptando una postura más digna para una señorita, aunque bueno, en el bar no tenía que fingir; volvió a suspirar y le ordenó al camarero otro vaso. No estaba borracha, en realidad, simplemente estaba dejada. Incluso se podría tomar más copas, sólo llevaba dos y no iba ni con “el puntillo” cogido. Hoy no quería pensar, y seguramente gracias a Murphy sería el día que más pensase. Esta vez, tras recibir su vaso con un Coconut Dreams, -Sí, para eso era muy pijilla, sólo bebía cócteles y vodka- se apoyó en la barra más decentemente, sin llegar a estar tirada del todo, y acomodó su cabello dorado para no parecer tan sumamente pordiosera.
Comenzó a observar el bar, los de siempre, algún hombre nuevo, una pareja en el fondo dándose el lote y uno de los chicos fumando en la puerta, aunque esto no era nada raro, la verdad. Comenzó a prestar atención a la conversación de Mike –que así era como se llamaba el chico de la puerta- con una “rubita”. ¡Vaya…! Le habían quitado el mote… Suspiró y se incorporó, vaciando de un trago la copa al tiempo que se bajaba de un salto del taburete. Ya fuera por la acción del alcohol o de los zapatos, pero Evoleth perdió el equilibrio así que se apoyó en la barra para no darse un buen golpe. Se volvió a levantar, esta vez sin marearse al tiempo que veía una preciosa muñequita entrando por la puerta. Oh, así que ella era la “rubita”.
Se cruzó de brazos e hizo una mueca socarrona viendo como su amiga se desenvolvía entre la gente. Si es que era tonta, claro está, ¿a quién se le ocurre aceptar una partida de billar contra Mike? A Weronika claro está. Rodó los ojos y se acercó al grupito de la mesa de billar con la mano alzada.
—Bah, juego yo contigo, muñeca. —dijo mientras se sentaba encima de la mesa del billar cruzando las piernas. Antes de sentarse, obviamente, había cogido un palo y una tiza, aunque la tiza no le gustaba utilizarla, pero bueno.—Si no te importa, claro, nena…
Guiñó un ojo a Wers y sonrió socarrona a Mike y a su amigo, a ver qué le iban a decir a ella. Porque ahí dentro del bar era una especie de intocable, sobretodo porque se había hecho bastante amiga del dueño, y bueno, de varia gente, a decir verdad.
Hoy habría sido un día cualquiera de un mes cualquiera si no fuera porque Evoleth estaba rara; es decir, normalmente hubiera ido a dar clase de baile, soportando diferentes clases de niñatas y divas que aspiraban a ser alguien que nunca serían, y si no que se fijasen en ella, prima ballerina del conservatorio de danza y ahí estaba, ¿le habían fichado para alguna compañía? No. ¿Estaba haciendo giras promocionando algún espectáculo? Eh... ¡No! ¿Había conseguido que su nombre fuera algo más el de un triste estudio perdido de la mano de Dios? S... ¡NO!
Pues que ellas tampoco aspirasen a más porque la mitad trabajarían de empleadas del hogar, en un McDonald’s de cajeras o en los grandes almacenes ordenando tallas de sujetadores por colores, quizá varias tuvieran un doctorado en algo, pero bueno, seguramente acabasen trabajando de cajeras. La verdad era que normalmente la rubia hubiera sido mucho más positiva aunque no lo hubiera reconocido, pero hoy, ¿para qué? Así que en vez de abrir la academia, había optado por irse a un bar a tomar algo. En realidad para ella no era un bar, era EL bar. Desde que se había mudado a Oxfordshire este era el único sitio que había frecuentado más de dos veces. Sí, el lugar era propio de una motera salvaje o un marimacho; pero precisamente por eso le gustaba aún más, ya que entre tanto tío, sus curvas femeninas resaltaban más aún.
Además, le había cogido cariño a alguno de los tipos del bar. A ver, no es que fueran amigos de toda la vida, pero oye, se podía contar con ellos para alguna que otra fiesta. Y a parte, el cuero negro, que era básicamente el uniforme del bar, le sentaba de fábula. De hecho, ahora mismo iba vestida con una chaqueta de cuero negra, que saltaba a la vista que no era suya, ya que la utilizaba remangada y aún así le sobraba manga, por no hablar de que si se la abrochaba daba el pego de vestido, que casi le llegaba por las rodillas. Complementando a esto, hacían juego unos shorts, también de cuero negro, con cadenas y unas medias de rejilla -rotas en diversos lugares- finalizando en unos taconazos rojos de charol. Sin embargo, a pesar de que la chaqueta pudiera ser utilizada como vestido, ella llevaba una camiseta básica de color blanco, ajustada y de tirantes, a la vista. No fuera a ser que la confundieran con una cualquiera, cosa que ella no era, aunque lo pareciera, porque la verdad era que esos labios rojo pasión y las tupidas pestañas negras decoradas con rimmel daban bastante la impresión de pertenecer a una chica de la calle. Por eso también le gustaba el bar, le servía de protección conocer a los que lo frecuentaban; era raro, pero al fin y al cabo no había nada normal en la vida de Evoleth.
Así que allí se hallaba la francesita dorada, tirada sobre la barra del bar con los restos de varias copas a su alrededor, algunas de ellas de propietario desconocido, que le daban un aspecto insalubre a la mujerzuela. Suspiró e inclinó el vaso de tubo hacia su boca intentando que resbalase algo de líquido del interior, cosa que no fue posible, ya que el vaso llevaba vacío la última media hora. Frunció el cejo y se incorporó, adoptando una postura más digna para una señorita, aunque bueno, en el bar no tenía que fingir; volvió a suspirar y le ordenó al camarero otro vaso. No estaba borracha, en realidad, simplemente estaba dejada. Incluso se podría tomar más copas, sólo llevaba dos y no iba ni con “el puntillo” cogido. Hoy no quería pensar, y seguramente gracias a Murphy sería el día que más pensase. Esta vez, tras recibir su vaso con un Coconut Dreams, -Sí, para eso era muy pijilla, sólo bebía cócteles y vodka- se apoyó en la barra más decentemente, sin llegar a estar tirada del todo, y acomodó su cabello dorado para no parecer tan sumamente pordiosera.
Comenzó a observar el bar, los de siempre, algún hombre nuevo, una pareja en el fondo dándose el lote y uno de los chicos fumando en la puerta, aunque esto no era nada raro, la verdad. Comenzó a prestar atención a la conversación de Mike –que así era como se llamaba el chico de la puerta- con una “rubita”. ¡Vaya…! Le habían quitado el mote… Suspiró y se incorporó, vaciando de un trago la copa al tiempo que se bajaba de un salto del taburete. Ya fuera por la acción del alcohol o de los zapatos, pero Evoleth perdió el equilibrio así que se apoyó en la barra para no darse un buen golpe. Se volvió a levantar, esta vez sin marearse al tiempo que veía una preciosa muñequita entrando por la puerta. Oh, así que ella era la “rubita”.
Se cruzó de brazos e hizo una mueca socarrona viendo como su amiga se desenvolvía entre la gente. Si es que era tonta, claro está, ¿a quién se le ocurre aceptar una partida de billar contra Mike? A Weronika claro está. Rodó los ojos y se acercó al grupito de la mesa de billar con la mano alzada.
—Bah, juego yo contigo, muñeca. —dijo mientras se sentaba encima de la mesa del billar cruzando las piernas. Antes de sentarse, obviamente, había cogido un palo y una tiza, aunque la tiza no le gustaba utilizarla, pero bueno.—Si no te importa, claro, nena…
Guiñó un ojo a Wers y sonrió socarrona a Mike y a su amigo, a ver qué le iban a decir a ella. Porque ahí dentro del bar era una especie de intocable, sobretodo porque se había hecho bastante amiga del dueño, y bueno, de varia gente, a decir verdad.
Evoleth V. Lafayette- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 08/06/2011
Re: Apuestas peligrosas { Evoleth Lafayette }
Off; Tranquila, estamos de vacaciones, son normales las demoras xD Y los post cortos también... Lo siento, es un poco mierda xD
La gran sorpresa estaba por llegar, observé como una rubia se acercaba a mí, esos andares y ese rostro me eran muy conocidos. Evoleth Lafayette, oh sí, hoy era mi día de suerte. Seguí con la mirada sus movimientos y pude deducir, por la forma en la que desenvolvía en el bar, estaba en su salsa. Quizá ya había venido más veces aquí, es más, juraría que ya había venido aquí y que conocía al chico que me había retado por la forma en que le miraba y le sonreía. Pero, como mínimo, sabía que ahora estaría de mi parte y que ganaríamos a los dos chicos. Me acerqué a Evo, que aún seguía sobre la mesa de billar sentada, y le sonreí- ¿Importarme? Es todo un honor jugar contigo, pequeña -me acerqué a su rostro, a su oído para ser más concreta, y le susurré mientras intimidaba a los chicos con una mirada desafiante- Les conoces, ¿No? Debes saber sus puntos débiles, sorpréndeme -me alejé de la rubia con una sonrisa cómplice, miré a los chicos una vez más y empecé a poner bolas sobre la mesa, colocándolas dentro del triángulo que ya estaba en su lugar. Pero no podía empezar a jugar sin antes no tomarme algo para refrescarme, quería algo fuerte que le hiciera coger como mínimo el punto. Por eso mismo me encaré hacia la barra y divisé a un camarero, el cual cruzó la vista conmigo y entendió que tenía que venir a servirme, no iría ahora hasta la barra puesto que quería empezar ya con la partida. El camarero desde la barra me hizo una señal como diciendo "¿Qué quieres?" y le contesté ladeando la cabeza, dándole a entender que me daba igual, cualquier cosa sería aceptable. Esperaba que el chico tuviera buen gusto y me trajera algo bueno.
Confiaba en que ganaríamos, pero si perdíamos tampoco me importaría mucho, la verdad es que nunca me había propuesto ganar en una partida de billar, no era nada que me produjera mucho entusiasmo, pero intentaría ganar a estos dos "machitos", y con la ayuda de Evo estaba segura que lo haría. Tenía pinta de motera, me gustaba, esta chica no dejaba de sorprenderme. Cuando la conocí ya sabía que podría contar con ella para cualquier cosa, y aquí estábamos, no me había fallado. Llegó el camarero y me sirvió un cubata, lo probé y le di el visto bueno. Pero necesitaría algo más para que me hiciera un poco de efecto el alcohol, pero todo a su debido tiempo.
La gran sorpresa estaba por llegar, observé como una rubia se acercaba a mí, esos andares y ese rostro me eran muy conocidos. Evoleth Lafayette, oh sí, hoy era mi día de suerte. Seguí con la mirada sus movimientos y pude deducir, por la forma en la que desenvolvía en el bar, estaba en su salsa. Quizá ya había venido más veces aquí, es más, juraría que ya había venido aquí y que conocía al chico que me había retado por la forma en que le miraba y le sonreía. Pero, como mínimo, sabía que ahora estaría de mi parte y que ganaríamos a los dos chicos. Me acerqué a Evo, que aún seguía sobre la mesa de billar sentada, y le sonreí- ¿Importarme? Es todo un honor jugar contigo, pequeña -me acerqué a su rostro, a su oído para ser más concreta, y le susurré mientras intimidaba a los chicos con una mirada desafiante- Les conoces, ¿No? Debes saber sus puntos débiles, sorpréndeme -me alejé de la rubia con una sonrisa cómplice, miré a los chicos una vez más y empecé a poner bolas sobre la mesa, colocándolas dentro del triángulo que ya estaba en su lugar. Pero no podía empezar a jugar sin antes no tomarme algo para refrescarme, quería algo fuerte que le hiciera coger como mínimo el punto. Por eso mismo me encaré hacia la barra y divisé a un camarero, el cual cruzó la vista conmigo y entendió que tenía que venir a servirme, no iría ahora hasta la barra puesto que quería empezar ya con la partida. El camarero desde la barra me hizo una señal como diciendo "¿Qué quieres?" y le contesté ladeando la cabeza, dándole a entender que me daba igual, cualquier cosa sería aceptable. Esperaba que el chico tuviera buen gusto y me trajera algo bueno.
Confiaba en que ganaríamos, pero si perdíamos tampoco me importaría mucho, la verdad es que nunca me había propuesto ganar en una partida de billar, no era nada que me produjera mucho entusiasmo, pero intentaría ganar a estos dos "machitos", y con la ayuda de Evo estaba segura que lo haría. Tenía pinta de motera, me gustaba, esta chica no dejaba de sorprenderme. Cuando la conocí ya sabía que podría contar con ella para cualquier cosa, y aquí estábamos, no me había fallado. Llegó el camarero y me sirvió un cubata, lo probé y le di el visto bueno. Pero necesitaría algo más para que me hiciera un poco de efecto el alcohol, pero todo a su debido tiempo.
Weronika Ivanova- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 16/07/2011
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