Tarde de ensayo {Libre}

Era por la tarde y no tenía ningún plan, cogí la guitarra que tenía en mi cuarto y caminé hasta uno de los parque que más me gustaba frecuentar, hacía algo de frío así que tuve que abrigarme la garganta con una bufanda, cerrandome también con el abrigo, esa misma noche actuaba en un bar de la zona y no podía ponerme malo bajo ningún concepto. Las cosas me empezaban a ir mejor, aunque soñaba con volverme un músico más conocido, por ahora simplemente me dedicaba a tocar por los alrededores mientras seguía con mis clases de canto. El día estaba oscuro y eso me hacía estar no muy animado que digamos, recordaba Italia donde todo parecía tener un color especial, era muy diferente a Londres y lo echaba en parte de menos, menos mal que de vez en cuando conseguía escaparme para volver a dónde solía jugar cuando aún era un enano.

Me senté en el cesped, pegando mi espalda al árbol que se encontraba detrás de mi espalda, el suelo estaba algo húmedo pero no tenía frío en esos momentos, me daba un poco de corte ponerme a ensayar allí, es más no me gustaba nada que me vieran tocando la guitarra, en los miniconciertos que solía dar simplemente cantaba acompañado por alguna banda que se encargaba de poner el sitio donde actuaba, pero para mi suerte no había demasiada gente por allí, asi que no tenía tiempo que perder, saqué la guitarra de su estuche con cuidado, le tenía un gran cariño a aquella guitarra y sin ninguna duda era el objeto más preciado que llevaba conmigo. Crucé las piernas a modo indio y acoplé la guitarra sobre mis rodillas inclinando ligeramente el cuerpo hacia adelante. Tomé la pua que había dejado entre mis labios con mi mano derecha mientras que con la mano izquierda presionaba las cuerdas y ya comenzaba a afinarla para más tarde entonar las primeras notas con mi voz.

Para una persona cuya mayor afición es el parkour - consistente en correr sin detenerse ante ningún obstáculo, sin bordearlo - el frío es siempre lo de menos. Lo sientes por ahí, pero no le prestas la menor atención, porque estás demasiado ocupado en concentrarte en hacer saltos que rozan lo acrobático, dado que en eso mismo se basa el parkour. Más que un deporte o actividad, es un estilo de vida. Un perfecto estilo de vida para una persona con un exceso de energía. Hiperactividad, le llaman. Carpe Diem, suele ser mi réplica a esa infundada acusación. Ni de coña me drogaré por lo que digan unos médicos con demasiado tiempo libre, pensé irónicamente, mientras saltaba un banco de un parque, rotando sobre mi mismo, y aterrizaba sobre la húmeda hierba con elegancia. Sonreí al ponerme en pie de un salto. Correr de esta forma daba una sensación de libertad comparable a lo que debía ser poder volar. Yo ansiaba la libertad.

Aunque de todos modos, ese no era el motivo por el cual lo amaba. No, eso tenía que ver con mi profesión, con ser actor. Cuándo actuas, eres otra persona, te metes en la piel de otro, sientes como si fueras otro, tienes que convertirte en esa otra persona, y dejar tu propio yo de lado. Por un lado, es genial. Por otro, a veces puede resultar frustrante. Así que el parkour es lo que me conecta a la realidad, a lo que soy de verdad. Respiraba agitadamente cuándo me detuve cerca de un árbol, dónde había una persona con una guitarra. Parecía a punto de empezar a practicar. Para ser sincero, debo decir que no lo hacía del todo mal. Y ahí mi lado extrovertido jugó su papel. Me acerqué al chico, sacando una libra, y la tiré a sus pies antes de que me viera, con una sonrisa.

-No lo haces mal, ¡ya quisiera yo cantar así!-comenté, llevando una mano a revolver mi cabello. Segundos después me planteé que estuviera ensayando, o algo así, y que le hubiera interrumpido. Maldición, Alan, ¡piensa antes de actuar!-Eh...siento si te molesté, y eso. Sigue con lo que hacías. Me quedaré calladito, lo prometo.-me llevé una mano al pecho en actitud solemne, con una sonrisa amistosa, alejandome un par de pasos, lo suficiente para no parecer un pesado, porque sí quería seguir escuchando.